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HIJOS DE DIOS, HERMANOS DE LOS HOMBRES 397 cisco, favorecía la tendencia a buscar y preferir, en los grupos, las rela– ciones horizontales fraternas e igualitarias a las verticales, más propias del feudalismo. El que Francisco perteneciera a una «peña» o grupo de jóvenes, que se reunían, entre otras cosas, para organizar banquetes y divertirse (1 Cel 7; TC 7), es una prueba de su sensibilidad por este tipo de asoéiaciones seculares que afloraban en la sociedad. .Cuando Francisco se convierte, su lectura del Evangelio está condi– cionada por esta formación comunal que había recibido. Al formar la Fraternidad, la respuesta que dan los primeros compañeros a los que preguntan por su identidad es clara: «Somos penitentes y oriundos de Asís» (TC 37). Esta forma de organizarse en Fraternidad se mantiene aún después de haber sido aprobados por Roma, puesto que sus pautas de comportamiento no pueden definirse como de verdaderos religiosos. Care– cen de Regla propiamente dicha; no tienen residencias estables donde poderse remitir; no rezan el oficio canónico, etc. Por el contrario, sus formas de desenvolverse son las típicas de los movimientos religiosos laicales: Consiguen la Porciúncula como «sede social» de la Fraternidad; hacen reuniones o capítulos, según Vitry, «para alegrarse en el Señor y comer juntos»; realizan un apostolado de talante laico, a pesar de que ya hay algunos sacerdotes, etc. Todo ello indica que el grupo primitivo franciscano, lejos de considerarse una Orden, se ve más bien como una Fraternidad de iguales que buscan vivir el Evangelio. 4. UNA FRATERNIDAD QUE SE CONVIERTE EN ÜRDEN Si el franciscanismo nació como Fraternidad, cabe preguntarse por qué motivo llegó a convertirse en una Orden que se avergonzó de sus propios orígenes y los ocultó por considerarlos humillantes. El análisis del proceso seguido nos puede ayudar a encontrar la respuesta. Para explicar esta transformación se suele dar un peso decisivo a la intervención de la Curia romana. Pero en realidad lo aue hacía la Curia era poner en práctica las ideas de Inocencio III, el cual, por lo que se refiere a la vida religiosa, seguía una política de centralización. En 1201 proyectó unir bajo una sola Regla a todos los religiosos que misionaban en Livonia. En 1203, con el fin de promover la reforma de la vida religiosa, ordena a todos los abades de una misma re!!ión que se reúnar, en capítulos generales. Hacia 1207 se propuso reunir a todas las monias de Roma en un solo monasterio de estricta clausura. Por otro lado, hay que destacar su empeño en normalizar jurídica– mente, por medio de un «Propositum», a todos los movimientos paupe– rísticos disidentes que reunieran las mínimas condiciones para ser readmitidos en la Iglesia. Así los Valdenses de Durando de Huesca v

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