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HIJOS DE DIOS, HERMANOS DE LOS HOMBRES 425 empeño por todos los sitios (1 R 22, 25s; 23, 10), sin temer las conse– cuencias que pueda acarrear esta opción (1 R 16, 10-21). b) El Común constituía un nuevo tipo de agrupación, en el que la familia era el vehículo de integración y de búsqueda de apoyo para con– tinuar defendiendo y transmitiendo los valores propios del nuevo sis– tema. Desde la institución familiar se realizaba la organización y el con– trol social, las asociaciones y los pactos e, incluso, las decisiones políticas y económicas. En su nombre se ejercía la dominación entre hombres y mujeres, utilizándola como instrumento idóneo para las «recuperaciones». La Fraternidad, a partir de Francisco, supone una ruptura con este tlpo familiar y comunal (1 R 1, 3-5), aportando un modelo de relaciones gratuitas y desinteresadas, en el que la búsqueda de Dios sustituye al afán de poder (1 R 22, 9). El viejo tópico de que el hombre sólo puede madurar en familia se rompe ante la presencia liberadora y ejemplar de Jesús. La Fraternidad de célibes se presenta como posibilidad que ofrece el Reino de crear otro tipo de relaciones que no sean tan opre– soras como las familiares. c) La sociedad medieval había pasado en el siglo XIII de una econo– mía de subsistencia a otra de beneficio, con la consiguiente explotación del hombre y la aparición de un nuevo sector de marginados. El nuevo poder económico se había trasladado, en parte, del campo a la ciudad. Los viejos terratenientes habían dado paso a los ambiciosos comerciantes y a una serie de oficios liberales que hacían de la ciudad el punto de atracción del excedente demográfico. La falta de control de una economía de mercado dejaba fuera de sus beneficios a gran parte de esta pobla– ción flotante, humillada además por la ostentación de sus riquezas que hacían las clases pudientes. Frente a esta situación de riqueza que engendra pobreza, la Frater– nidad optó por una estructura económica de mínimos, basada en el tra– bajo, donde no hubiera víctimas y se posibilitara la solidaridad con los marginados producidos por el sistema. El trabajo subsidiario y, a falta de salario, la limosna eran suficientes para cubrir las necesidades básicas (1 R 7, 3-8; 2 R 5, 3); de ahí que fuera posible la renuncia a la utiliza– ción del dinero {1 R 8, 1-12; 2 R 4, 1-3). Su opción por una pobreza aus– tera en el comer y el vestir (1 R 2, 14s; 9, 1; 2 R 2, 17) les permitía ser solidarios con las clases más bajas (1 R 9, 2). d) Toda estructura requiere un poder, y la sociedad medieval no sólo trató de conquistarlo sino que lo utilizó de forma dominante. La aparición de los Comunes como forma sociopolítica de gobierno había paliado un poco el dominio de la estructura feudal, pero todavía era un

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