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HIJOS DE DIOS, HERMANOS DE LOS HOMBRES 417 2. EL MINISTRO GENERAL El vocabulario adoptado por Francisco para designar a los que están al frente de la Fraternidad, aun no siendo del todo original, refleja el contenido evangélico del servicio fraterno que deben prestar. «Ministro», «Custodio» y «Guardián» serán los términos con que la Fraternidad de– signe a los hermanos elegidos para proteger y acrecentar la vivencia del proyecto prometido al Señor. El depositar en ellos la confianza de la autoridad no quiere decir ponerlos por encima de los otros hermanos, sino en el corazón de la Fraternidad, para que velen por ella y guarden el calor y la calidad de sus relaciones. En las órdenes monásticas era el abad, considerado como vicario de Cristo, el que debía regir desde arriba a la comunidad de los monjes; de ahí que se encontrase en una posición de superioridad respecto a los súbditos. Sin embargo, para Francisco el Ministro es un compañero, un hermano entre hermanos, cuya autoridad está al servicio de la Frater– nidad. Al contrario de la organización monástica, la estructura de los Movi– mientos itinerantes se apoyaba sobre bases estrictamente personales. La mayoría de ellos habían surgido alrededor de algún carismático que polarizaba la autoridad del grupo. Pero este centralismo se hacía notar poco ya que, en general, desconfiaban de toda jerarquía rígida que con– dicionara la espontaneidad del Movimiento. Una de las mayores dificul– tades con las que tuvo que enfrentarse Inocencia III a la hora de captar para la Iglesia a algunos grupos disidentes fue el de su organización jerárquica. La Curia necesitaba un control de estos Movimientos que solamente podía garantizarse con una organización personal que centra– lizase el poder en una sola persona. Este fue también el caso del grupo Franciscano. Apenas se han unido a Francisco algunos compañeros con el fin de compartir su vida y deciden ir a Roma para que les aprueben el proyecto, tienen que prometer todos obediencia y reverencia a Francisco, según el precepto del señor Papa (TC 52). Esta total dependencia de los her– manos a la persona de Francisco no es solamente jurídica, sino que res– ponde a una atracción carismática que hace impensable, al menos en los primeros años, otro tipo de organización. Con la división en Provincias disminuyó un poco la centralización del gobierno, pero éste seguía teniendo la potestad de nombrar y destituir a los Ministros. La crisis de 1220 motivó la reestructuración de la Fra– ternidad y con ella la concesión de poderes a los Ministros. El mismo Francisco se vio marginado del gobierno al nombrarle un Vicario que

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