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416 J. MICÓ llarse los Capítulos. « Una vez al año -nos dice- se reúnen en un lugar determinado para alegrarse en el Señor y comer juntos, y con el consejo de santos varones redactan y promulgan algunas santas constituciones, luego aprobadas por el Papa. Después de esto se dispersan por las Pro– vincias.» Con el crecimiento y posterior extensión de la Fraternidad se hacía imposible reunirse todos los años, por lo que para los Ministros de fuera de Italia se decidió que cada tres, y los de Italia todos los años. Hasta 1221, los Capítulos eran abiertos, pudiendo acudir todos los hermanos. Pero a partir de ese año se limitaron sólo a los Ministros, como dice Jordán de Giano en su Crónica (n. 16). La Regla bulada se adapta ya a las normas del concilio Lateranense IV, que manda a los priores y abades reunirse en C&pítulo cada tres años en sus respectivos reinos y pro– vincias. Con la desaparición del Capítulo general, como asamblea de todos los hermanos donde se revisaba la marcha de la Fraternidad y se promul– gaban leyes con la simple finalidad de cumplir mejor lo prometido al Señor, se había roto esa forma directa de autogestión. Para paliar ese problema producido por el aumento considerable de frailes y la expan– sión que había alcanzado, se llegó a la creación de los Capítulos provin– ciales. Una vez terminado el de los Ministros por Pentecostés, podían éstos reunir en sus respectivas Provincias a todos los hermanos para comunicarles las decisiones prácticas que habían tomado y ver el modo de ejecutarlas. En definitiva no era más que una trasposición del antiguo Capítulo general, ahora ya imposible, a cada una de las Provincias. Si los Capí– tulos generales terminaron por ser una reunión de Ministros exclusiva– mente, lo mismo pasó con los Capítulos provinciales, que terminaron también por convertirse en una asamblea donde sólo acudía la arista-· cracia de los frailes. En cuanto a los Capítulos locales, aparecieron mu– cho más tarde. De todo esto se deduce que la Fraternidad comenzó con una estructura democrática y asamblearia, donde lo que concernía a todos era también decidido por todos, aunque poco a poco se restringió su participación hasta convertirse en una reunión elitista. Los Capítulos, que en principio expresaban la primacía de la Frater– nidad, a cuyo servicio debían estar las estructuras, se convierten en reuniones de superiores para decidir lo que conviene a los demás. Pero en un grupo donde se admite la existencia de superiores e inferiores s.e está, por principio, negando toda fraternidad y utilizando la estructura puesta a su servicio -el Capítulo- como arma de poder y dominio, justamente lo opuesto al sentido evangélico del servicio.

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