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HIJOS DE DIOS, HERMANOS HE LOS HOMBRES 413 alabar al Señor, como si gozaran de razón. Y lo mismo hacía con las mieses y las viñas, con las piedras, y las selvas, y con todo lo bello de los campos, las aguas de las fuentes, la frondosidad de los huertos, la tierra y el fuego, el aire y el viento, invitándoles a que permanecieran fiele~ en su amor al Señor. En fin, a todas las criaturas las llamaba hermanas, como quien había llegado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios y podía penetrar hasta el corazón de las criaturas (1 Cel 80. 81). La relación de hermandad que liga a Francisco con todo lo creado no proviene de su visión poética, ni de lo que hoy llamaríamos sensibi– lidad ecológica. Si Francisco llama hermanas a las criaturas es porque ha experimentado que el sustrato del que nacen y en el que hunden sus raíces el hombre y las cosas es el mismo; es decir, Dios. Su percep– ción es, por tanto, teológica, puesto que el lazo fraternal que nos une con los restantes seres no es la simple naturaleza biológica, sino el tener un mismo Creador (1 R 23, 1). La revitalización de la figura de Dios como Creador venía condicio– nada por el problema cátaro. Ante la afirmación por parte de los herejes de una naturaleza oscura y mala, obra del diablo, la Iglesia había insis– tido en la bondad de todo por venir del amor creador de Dios. Una prueba de ello es que en todos los Concilios, a la hora de proclamar la fe por medio del Credo, se subraya de forma especial la actividad creadora del Dios trinitario. Lo mismo que en las profesiones de fe exi– gidas a los grupos heréticos para su reinserción en la Iglesia. Otm aspecto a tener en cuenta en 1a visión teológica que Francisco tiene de la creación es la utilización de las criaturas como transparencia de las bondades divinas. En parte tiene su explicación en el ambiente religioso del tiempo. El descubrimiento de la ciencia clásica y su apro– vechamiento simbólico para expresar las verdades de fe era para los teólogos medievales un método muy usado que se divulgó por medio de los sermones Y, sobre todo. del arte. De ahí que no sea extraña la «lectura» que hace Francisco de la creación (EP 113-120). La cosmología de Francisco, a diferencia de la que sustenta a la eco– logía actual centrada en el hombre, es teocéntrica. Todo proviene el~ Dios y sólo en 1:!1 tiene sentido. Si al profundizar en el ser del hombre no encuentra otro modo más cabal de realización que Ja alabanza divina. las criaturas se convierten, como sacramentos de la misma divinidañ. en el instn1mento más adecuado para cantar la i,-loria de Dios. Más mín: a ese coro humano son invitadas todas ellas para que alaben a su Cre;:i– dor y cumplan así su razón de ser: hacernos presentes a Dios v recor– darnos que a l!I debe dirigirse nuestra alabam:a continua (1 Cel 80). En este sentido hay que interpretar la relación de Francisco con la

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