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410 J. MICÓ ayuda en nuestro camino de realización. Esta confianza fundamental en el hombre, como ser amado por Dios, es lo que llevó a Francisco a salir al encuentro de todos con el corazón en la mano, seguro de que en el fondo el hombre no es tan fiero como lo pintan, sino que adopta esa actitud como escudo para defenderse de su inseguridad. En este sentido, su camino hacia el encuentro del hombre, para con– vertirlo en hermano, traspasa todos los límites y barreras que los huma– nos hemos levantado. Si la Iglesia había puesto murallas a la cristiandad, Francisco las atraviesa buscando a los «sarracenos y otros infieles» para reconocerles su dignidad a la vez que les ofrecía su fe como el mejor don que podía hacerles. Igualmente, la sociedad había plantado sus propias vallas separando ricos y pobres, sanos y enfermos, hombres de bien y malhechores. Fran– cisco tratará de allanar esas barreras acercándose a todos, pero de una manera especial a los que sufren porque se les ha arrebatado su dignidad de hombres.. Así, no evita el trato con los ricos (TC 45), pero su prefe– rencia es por la gente de baja condición y despreciada, por los pobres y débiles, por los enfermos y leprosos, por los mendigos de los caminos (1 R 9, 2). Admite la ley como forma de organización social, pero considera a los marginados por ella, ladrones y salteadores, como hermanos que todavía -.:onservan su dignidad de hombres y, por tanto, su derecho a ser aten– didos como tales. La historia de los ladrones de Monte Casale es un ejemplo tan sublime de apertura fraterna hacia los marginados, que pode– mos corivertirla en utópica para no tener que aceptar el reto evangélico de fraternidad que nos plantea (LP 115). El amor a los demás no puede ser interesado. No se ama por la recom– pensa sino como agradecimiento por sentirnos amados por Dios. La prueba más clara está en el amor a los enemigos. Francisco sabe que la proclamación del Evangelio va a despertar el mal que todos llevamos dentro, transformando al hombre en enemigo. Pero asumir el espíritu ele las bienaventuranzas supone contar con la persecución por causa de Cristo. En este sentido recuerda Francisco las consecuencias que puede traer el haber optado por el seguimiento de Jesús: «Prestemos atención todos los. hermanos a lo que dice el Señor: Amad a vuestros enemigos y haced el bien a los que os odian, pues nuestro Señor Jesucristo, cuyas huellas debemos seguir, llamó amigo al que lo entregaba y se ofreció espontáneamente a los que lo crucificaron. Son, pues, amigos nuestros todos los que injustamente nos causan tribulaciones y angustias, son– rojos e injurias, dolores y tormentos, martirio y muerte; y los debemos

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