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HIJOS DE DIOS, HERMANOS DE LOS 1lOMBRES 403 condición esencial o una consecuencia normal de toda vida cristiana vivida en común. La originalidad de Francisco, si se puede llamar así, es haber hecho de la reciprocidad el principio constituyente de la Fra– ternidad. La Fraternidad es algo más que una comunidad. Ser hermano no es sólo exi'>tir en el seno de un grupo. Para Francisco la ley del «inter se» es el «invkem». La fraternidad no reside en la relación de cada uno con el todo objetivo de la comunidad; la fraternidad sólo existe a través de las relaciones recíprocas de cada uno con cada uno. De todo esto se puede deducir que el principio básico que constituye y cohesiona la Fraternidad es, pues, la reciprocidad. Francisco no sabe de conceptos abstractos, como puede ser la frater– nidad, que sirven muchas veces para escamotear las verdaderas relaciones fraternas. Francisco habla siempre de hermanos y de lo que, como tales, tienen que hacer unos con otros. Una reciprocidad que no se basa en la «carne;; sino en el «espíritu»; es decir, que nuestra solidaridad no apunta, como en la sociedad, a una mayor consecución de poder o de medios económicos. Somos hermanos para ayudarnos a realizarnos según el provecto evangélico por el que hemos optado como una forma eficaz de entrar <::n la dinámica del Reino. De ahí que esta preocupación mutua no se deba quedar en un falso esniritualismo. sino que deba abarcar la totalidad de la persona; un amor eficaz que no se puede reducir a palabras sino que tiene que traducirse en hechos (1 R 11, 5s). e) Amar con las obras Contrariamente a Jo que solemos entender, el amor fraterno no se expresa tanto en el dar cuanto en el recibir. Aunque la nn1eba m:ís grande de amor sea el darse al otro, podemos ir hacia Ios demás desél" nuestra propia autosuficiencia, distorsionando e] sentido del amor. Pero hav otra forma de darse. v es desde la confianza o la menesterosiciad. Por eso en un grupo de hermanos v de irmales, como es la Fraternic.lad no cabe la ayuda hecha de forma condescendiente, como una limosna, que nos sitúa por encima del otrp. ni el sentirnos humniados nor tener <me abrirnos a los demás r,idiéndoles avuda. Aunque teórkamente hablemos de nuestro ser relacional, en el fondo actuamos de forma autónoma Pensamos aue un hombre no tiene que denender de nadie; debemos realizarnos nor nosotros mismos, siendo independientes de los otros. Por eso. aquel que se aueda atrás, el que no puede triunfar por sí mismo, parece fracasado. Sin emhanrn esta acti– tnd es antievangéJica. puesto que Jesús recibe su ser de Hiio como don, arnrdendc y actualizando de manera personal la esencia de Dios Padre.

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