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402 J. MICÓ solamente por ser iguales en dignidad, sino porque nuestras relaciones están fundadas en el Jesús hermano, Hijo del Padre (lCtaF 1, 7; 2CtaF 50. 53 56). El Espíritu es el que nos dice que la humanidad no es sólo una unidad biológica, y por eso hermana, sino que la razón de su frater– nidad es por hundir sus raíces en un mismo Padre, que nos ama y nos espera para reunirnos a todos en la plenitud de una familia. En esto se basa nuestra identidad de hermanos; y no podemos arrogarnos la cua– lidad de padres porque uno sólo es nuestro Padre, el que está en los cielos (1 R 22, 33-35). La paternidad divina significa, pues, que la Fraternidad está reunida por e] Espíritu, para seguir a Jesús en el camino de realización de la voluntad de su Padre, y que, entre otras cosas, consiste en 'hacer posible la trama de relaciones fraternas entre iguales, donde el amor y la solida– ridad sean los valores normales y fundamentales de nuestra convivencia (lCtaF 1, 13). La comunidad trinitaria es el origen y el modelo de la Fraternidad. Creados a imagen del Dios-Trinidad, los hermanos estamos llamados a reproducir estas relaciones de amor a partir de nuestras dife– rencias. Indudablemente hay que ser realistas a la hora de trabar nues– tras relaciones fraternas, pero la realidad no se agota en nuestras propias limitaciones. :Éstas son sólo el comienzo de un camino que debe mirar y desembocar, al menos como intención, en las relaciones de amor que constituyen la realidad de Dios. Jesús es el que nos manifiesta y hace presente el amor familiar de Dios. Su ser de Hijo es testigo de que el amor del Padre que lo engendró es también el que nos ha creado a nosotros, haciéndonos hijos. Este testimonio se convertirá en tarea al dedicar su vida a desvelarnos que los hombres, por nuestro origen, somos relacionales, y sólo caminando en esa dirección podremos encontrar nuestra propia identidad; para ello dejó su Espíritu que nos recuerda y posibilita nuestra condición de humanos. El amor de Jesús, gratuito, universal y total, comunitario y recíproco, es la fuente y el modelo, principio y término de la Fraternidad a 1a que hemos sido llamados. Por eso Francisco reconoce la grandeza de tener un Padre en el cielo y al Espíritu como acompañante y consolador de nuestra Fraternidad. Pero sobre todo proclama con agradecimiento c1 tener un tal hermano, Jesús, aue aceptó esta responsabilidad hasta el punto de dar la vida por nosotros (2CtaF 54-60). b) Amaos unos a otros La necesidad del amor mutno para reconocerse creyentes y seguidore<; de Jesús ha acompañado siempre a la vida religiosa, puesto que es um1

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