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400 J. MICÓ II. VIVIR EN FRATERNIDAD Aunque Francisco adoptó la estructura fraterna como una exigencia del Evangelio, el entorno sociorreligioso de su tiempo le condicionaba para que apuntara en esa misma dirección y no en otra. Indudablemente lo que pretendi6 Jesús al predicar el Reino era hacer patente la decisión de su Padre de acercarse misericordiosamente hasta los hombres por medí.o de un amor eficaz que les devolviera su dignidad de hijos y, por tanto, de personas. Es decir, que la llamada de Jesús desde el Evangelio es un anuncio de la igualdad entre los hombres porque el mismo Dios sale garante de ellos y está empeñado en que se realice. Pero esta realidad toma formas diversas según el ambiente cultural en que se ponga en práctica. Jesús la realizó rodeándose de un grupo de discípulos. hombres y mujeres, que convivieron con El hasta el punto de ser testigos de que su defensa de los humillados y su ataque a los opresores no era una opción suya sino la manifestación de lo que había decidido el mismo Dios. Francisco, a la hora de dar forma a su decisión de seguir a Jesús y su Evangelio, contaba con una tradición social y religiosa que le incli– naba hacb la Fraternidad como estn1ctura para vivir y anunciar el Reino. Su participación en el nacimiento de Asís como pueblo libre e igual expresado en el Común, le había familiarizado con un tipo de relaciones horizontales, en contraposición a las feudales que se caracterizaban por su relación jerarquizada y vertical, que expresaban el nuevo modo de entender el poder y la capacidad de todos los ciudadanos de ejercerlo, al menos en teoría. de una forma responsable y solidaria. El poder perte– necía aJ pueblo, y su ejercicio de forma mancomunada respondía al des– cubrimiento de la propia igualdad y capacidad para ser protagonistas de su propio destino. El sofisma de que Dios había organizado la sociedad de una forma jerarquizada y que, por tanto, no podía alterarse su cons– titución sin ir contra Ja voluntad divina, se venía abajo al comprobar que lo único que quiere Dios es el bien de todos los hombres, y no el de unos pocos privilegiados a costa de Jos demás. Esta sensación ambiental de libertad responsable frente a la opresión feudal se traduce también en los movimientos religiosos, sobre todo íaicos, que aparecen en la cristiandad. AC(rupados en torno a algún caris– mático. mantienen unas relaciones que les permiten vivir su provecto de una forma corresponsab]e, donde la autoridad es compartida y contro– lada por todos como la mejor forma de contribuir al diseño y consolida– rión del gmpo. Aunque de forma diversa, todos ellos tienen el sentimiento común de

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