BCCCAP00000000000000000001441

398 J. MICÓ Bernardo Prim, los Humillados, etc. Este proceso de centralización se percibe también en su habilidad para convertir en congregaciones reli– giosas algunos grupos que, aun disponiendo de una Regla propia, no eran considerados como órdenes monásticas o canonicales. Así lo hizo con los Trinitarios y los Hospitalarios de Montpellier y de S. Marcos de Mantua, los cuales, habiendo sido reconocidos primeramente como «Fra– ternidad», se transformaron en «Religión». Sin embargo, si bien es verdad que la Curia tenía su propio plan de reforma de la vida religiosa que Inocencío III trató de lievar a cabo, su acción: no fue impositiva sino, más bien, persuasiva. Es decir, que aprovechó sus dótes para terminar de convencer a la mayoría de los frailes más representativos para que trabajaran en la evolución de la Frnternidad en el sentido que estaba marcado desde Roma. Francisco había intuido una forma de vivir el Evangelio bastante ori– ginal, pero la mayoría de los frailes que le seguían no estaban del todo convencidos de que ese modo tan informal y jurídicamente indefinido faera el mejor; de ahí que desearan ser aprobados por la Iglesia como una Orden más y con todas Jas consecuencias. Vivir el Evangelio como pretendía Francisco podía ser algo sublime, pero la ausencia dé referen– cias jurídicas les hacía vacilar en su identidad, por lo que se prefería andar por los caminos ya trillados, pero seguros, de las órdenes religiosas ya aprobadas por la Iglesia. · Un ejemplo del despreciq con que se miraba a estos nuevos grupos que, a pesar de ser reconocidos por la Iglesia, no formaban parte del «Corpus Juris» es la respuesta de Esteban de Tournai, abad de Santa Genoveva de París, a la pregunta del maestro de novicios de la abadía cisterciense de Pontigny sobre si podía dar el hábito a unos noviciós de Grandmont. a pesar de las promesas que habían hecho. La respuesta resulta pmtoresca: «El libro, que contiene sus constituciones, los grand– mcmteses no lo llaman "Regla" sino "Vida". Por consiguiente, si los que profesamos una Regla somos "regulares", ellos, que profesan una Vida, debtrían ser llamados clérigos o laicos "vitales".» La infravaloración de la forma de vida de Grandmont; oue pretendía hacer vivir el Evangelio como principal Regla, es evidente; pero C'sta coherencia cristiana no signi– ficaba nada para los que pretendían serruir a Jesús desde una. visión jurídica. La forma de vida evangélica que Francisco trataba · de realizar era iurídicamente insegura. y uno de los motivos de esta inseguridad ante un modelo de vida no identificado jurídicamente pudo ser el crecimiento tan rápido v desorbitado de la Fraternidad en que se hacía imposible la asimilación del carisma de Francisco que los aglutinara y les diera

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz