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48 J. MICÓ Después que el Señor le dio hermanos (Test 14), Francisco comprendió que su entrega a Él debería discurrir por el celibato vivido en Frater– nidad. Por eso asumió ese estado, no como tarea ascética de renuncia al amor, sino como posibilidad de multiplicar su amor a los hermanos hasta desbordarse en todos los hombres ·e incluso en las demás criaturas. l. EL CELIBATO DE JESÚS La castidad de Francisco, como elemento de una espiritualidad de seguimiento, cobra significado a la luz del celibato de Jesús. Ya en la Iglesia primitiva los célibes voluntarios recurrían al dicho y al •ejemplo de Jesús para justificar su comportamiento de vida: «Vivimos como el Señor, por la misma razón que tuvo Él: el Reino.» Este Reino polari– zará tanto la vida de Francisco que en adelante no sólo vivirá por él y para él, sino que necesitará vivirlo como lo hizo Jesús, desde la castidad célibe. Jesús fue célibe. En los Evangelios no hay el menor rastro de que tuviera esposa. Este hecho, desacostumbrado en su ambiente, tuvo que ser •explicado, puesto que se le acusaba de impotente. l. EUNUCOS POR EL REINO Jesús, en la perícopa de Mateo 19, 1-12, explica que hay eunucos que nacieron así o que fueron castrados por los hombres. Pero también hay eunucos que se hicieron tales por el Reino. Jesús acepta el insulto y da razón de su estado. Efectivamente, no está casado; pero no por incapa– cidad física, sino porque s'e siente tan atrapado por el Reino que le ·es imposible tomar tal estado. El dicho sobre los 'eunucos es, por tanto, una justificación de la vida célibe de Jesús. Los célibes voluntarios de la Iglesia primitiva, como hemos dicho antes, recurrirán a esta explicación de Jesús para autojustificar su modo de vida. El Reino les centrará de tal modo que serán incapaces de vivir una vida familiar normal. La castidad, pues, además de ser un don, está referida al misterio del Reino. El Reino que predicó Jesús no es más que el acercamiento de Dios a los hombres. Dios está tan cerca, que se convierte en protector de los que no tienen futuro; es decir, de los pobres. Este amor de Dios, con preferencia a los débiles, fue la única razón de la vida célibe de Jesús. Como parábola encarnada del amor de Dios, Jesús historizó la ternura entrañable de Dios para que los últimos de ~ntre los hombres experimen– taran la dignidad de ser amados.

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