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78 J, MICÓ Clara y sus hermanas, aun estando consagradas al Señor, siguen siendo un peligro, como mujeres, para la castidad de los frailes; por lo que hay que tratarlas con preoaución. ¿Pensaba así Francisco o es una simple pro– yección de Celano con intenciones ejemplarizantes? De todos modos, queda el interrogante de si fue el mismo Francisco el que, a la vista del cariz que tomaba la Fraternidad, decidió romper estas relaciones tan naturales; o fue el peso de la institucionalización de la Fraternidad lo que le obligó a poner en práctica el derecho canónico vigente. El concilio III de Letrán ya legislaba en 1179 que, si algún clé– rigo se atrevía a visitar los monasterios sin motivo manifiesto y razo– nable, fuera retenido por su obispo. Sin embargo, esta norma, que al parecer era general, no se encuentra en la Regla de 1221, a pesar de que Hugolino ya había escrito en la Regla para Clara y sus monjas que ni las monjas dejaran entrar a nadie sin el permiso suyo o de la Santa Sede, ni que nadie lo intentara sin tener dicha licencia. 4. ÜUE LOS HERMANOS SE AMEN MUTUAMENTE Ante la descripción que nos hacen los biógrafos de la imagen de lo femenino que tenía Francisco, y de las precauciones que debían tomar los frailes en el trato con las mujeres, puede parecernos que el celibato por el Reino asumido por el Santo se construye sobre las ruinas de cual– quier relación afectiva. Esta apreciación viene motivada por la tendencia a reducir casi lo afectivo a lo genital. De ahí que deduzcamos demasiado precipitadamente que Francisco tuvo que sacrificar su propia afectividad en aras del celibato, puesto que su relación con las mujeres, si exceptua– mos a Jacoba y Clara, fue temerosa y escasa. Sin embargo, no parece que fuera así. Aunque hay que reconocer que Francisco era hijo de su tiempo y deudor de su ambiente, cabe hacer una lectura que nos devuelva la seriedad y la frescura con que vivió Francisco su afectividad a partir de las relaciones fraternas entre los hermanos y de la Fraternidad hacia los demás. En primer lugar hay que subrayar que el marco desde donde se en– tiende y se vive la afectividad es el grupo de Jesús y los suyos, grupo que necesita dedicarse por completo a Dios y su Reino y que, por tanto, está incapacitado existencialmente para atender una familia. En tales circunstancias está claro que carece de ~-entido plantearse el ejercicio de la sexualidad, por lo que la afectividad se convierte en celibataria y fraternal. Igualmente, para Francisco, el seguir al Jesús del Evangelio implica hacerlo desde la Fraternidad. Por eso, entrar en ella supone abandonar la familia y dedicar todo el potencial afectivo a las relaciones ·entre los

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