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«CON LIMPIO CORAZÓN Y CASTO CUERPO» 75 afectividad, sino la comunicación de pareceres sobre la marcha de su proyecto evangélico; y esto •es lo suficientemente objetivo para que resulte imposible de adivinar lo que latía por debajo de ese acompaña– miento vocacional. En cuanto a los escritos de Clara, hay que tener en cuenta que están redactados muchos años después de morir Francisco, con la distorsión que supone para el recuerdo la rápida elevación del Santo al nimbo hagio– gráfico y la progresiva traslación de lo humano a lo maravilloso como consecuencia del culto. La consecuencia es que no describen unas rela– ciones horizontales, de igual a igual, sino paterno-filiales. Se podrá aducir que en la realidad no fue así; pero los testimonios que tenemos avalan esta relación vertical. Bastará un ejemplo para confirmar lo dicho anteriormente. Se trata de la aportación de una testigo al Proceso de Canonizac~ón: «Contaba ma– donna Clara que una vez, en visión, le había parecido que llevaba a S. Francisco una vasija de agua caliente, con una toalla para que se enjugara las manos. Y subía por una alta esca}era; pero caminaba con tal agilidad como si anduviese por suelo llano. Y, cuando llegó junto a S. Francisco, el santo sacó de su seno una tetilla y le dijo a la virgen Clara: "Ven, toma y mama." Y, cuando hubo sorbido, el santo la ani– maba a chupar otra vez; y al sorber, lo que de allí tomaba era tan dulce y grato que no _podía •expresarlo de ninguna manera. Y cuando se sació, la redondez o boca del pecho de donde salía la leche quedó entre los labios de Clara; y, al tomar ella en sus manos lo que se le había quedado en la boca, le pareció un oro tan claro y brillante, que se veía toda como si fuera en un espejo» (Proceso 3, 29; cf. 4, 16; 6, 13). Para entender este sueño. y las imágenes simbólicas empleadas en él, hay que situarlo en el contexto cultural-religioso-místico de entonces y su lenguaje. Basten aquí algunas indicaciones para subrayar el tipo de relación entre Francisco y Clara. En la Forma vivendi Francisco prometió a Clara y sus hermanas tener de ellas «un cuidado amoroso y una solici– tud especial» (FVC 2). En la Regla bulada encontramos otra expresión parecida: «Si la madre nutre y ama a su hijo carnal (cf. 1 Tes 2, 7), ¿cuánto más amorosamente debe cada uno amar y nutrir a su hermano espiritual?» (2 R 6, 8). Frnncisco emplea aquí la imagen de la madre que nutre y ama a su hijo, inspirándose en 1 Tes 2, 7, que en la versión por él conocida dice así: «Facti sumus parvuli in medio vestrum, tanquam si nutrix foveat filias suos.» También en otros escritos suyos Francisco emplea la figura materna: a fray León le escribe: «Te hablo, hijo mío, como una madre» (CtaL 2), y a los hermanos que viven en los eremito– rios les manda que unos sean madres para los otros (REr 1. 2. 4). De manera semejante, las biografías abundan en relatos que subrayan la

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