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74 J. MICÓ que a nuestro hermano señora Jacoba le ha encaminado hacia nosotros! Abrid las puertas y haced pasar a la que está ya entrando, porque la disposición que prohíbe la entrada a las mujeres no reza con fray Jacoba» (3 Cel 37). Una vez muerto Francisco, su vicario la hace entrar discreta– mente, deshecha en lágrimas como está, y poniendo en brazos de ella el cadáver de su amigo, le dice: «Helo aquí; ten después de su muerte al que has amado en vida». Con llanto más pronunciado aún y con lágrimas más ardientes, Jacoba lo abraza y besa entre sollozos y voces de lástima (3 Cel 39). De la amistad con Clara hablaremos en seguida. Sin embargo, es pre– ciso resaltar que la amistad de Francisco con estas mujeres es asimétrica; es decir, 110 es de igual a igual, sino de padre a hijas espirituales. La imagen cultual que se tenía de Francisco pudo haber influido en la des– cripción de estas relaciones, distorsionándolas en cuanto al plano en que se realizaron; no obstante, se aprecia todavía su calidad y la naturalidad con que las perciben cuantos le rodeaban. b) Relación con las monjas Las relaciones de Francisco y sus hermanos con las monjas de San Da– mián, sobre todo con Clara, están caracterizadas, al parecer, por un con– traste: el estrecho contacto de Francisco con Clara y sus monjas, hasta el punto de comprometer a toda la Fraternidad en su asistencia, y el pre– cepto de la Regla bulada prohibiendo el ingreso en los monasterios a quienes no tuvieran una autorización especial de la Sede Apostólica (2 R 11, 2). - Francisco y Clara La relación de Francisco con Clara, aun antes de entrar en San Da– mián, es un dato tan evidente que basta con leer su Proceso de Canoniza– ción. La dificultad aparece cuando se quiere saber la calidad de estas relaciones. La poca facilidad que tenía Francisco para la escritura, ade– más de su cercanía física de Clara, ha impedido que dispongamos de esos epistolarios amistosos que nos habrían dado la clave para calibrar la profundidad de sus relaciones. Hay muchos indicios, pero pocos textos; de ahí que sea aventurado afirmar, como hace Manselli, que «la relación Francisco-Clara es humanamente precisa, humanamente reconocible, sin equívocos: es una relación de estima, de comprensión profunda, de afecto intensísimo». Si de los pocos escritos que nos quedan de Francisco no se deduce esa relación entrañable con Clara, de los escritos de ésta tampoco se puede sacar esa historia de amistad que se supone en los dos santos. Principal– mente porque la finalidad de estos escritos no es la expresión de su
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