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70 J. MICÓ en cierto modo, comulgaba con la visión negativa que s·e tenía de la sexua– lidad en su tiempo. Esta regulación no afecta sólo a las precauciones, sino también a las consecuencias que se deducían de haber dado un mal paso. La Regla no bulada dke a este respecto: «Si, por instigación del diablo, fornicare algún hermano, sea despojado del hábito, que ha perdido por su torpe pecado, y déjelo del todo y sea expulsado absolutamente de nuestra Reli– gión. Y haga después penitencia de sus pecados» (l R 13, 1-2). El fragmento es duro y demuestra lo que significaba para Francisco la castidad dentro de la «forma del santo Evangelio» prometida al Señor. Herejía y fornicación son incompatibles con la condición de hermano menor. Por eso a los que caen en tales fallos no se les expulsa propia– mente de la Fraternidad, sino que se les invita a terminar con la farsa de llevar un hábito que no corresponde a la actitud interior de amar a Dios y adorarlo con puro corazón y casto cuerpo (LM 5, 4). La identidad del hermano menor se quiebra cuando en vez de remover impedimentos para servir, amar, honrar y adorar al Señor Dios con limpio corazón y mente pura, se pone la fornicación como una barrera que impide consa– grarse por entero a ÉL Por eso, lo más lógico es que deje la Fraternidad y haga después penitencia de sus pecados. Si la regulación de las precauciones tendentes a proteger la castidad era algo necesario, !llO parece que lo fuera tanto la imagen que se hizo de ella al evolucionar posteriormente la Fraternidad. Poco a poco se va perdiendo esa espontaneidad respetuosa en relación con las mujeres, propia de los movimientos laicos, para volver otra vez a esa actitud recelosa y despectiva de la tradición monástica. Celano, sobre todo en su Vida II, nos ofrece una imagen tan misógina de Francisco, que muy difícilmente la hace creíble. Para Celano, la mujer no es una persona con la que se pueda tratar, sino un peligro al que hay que compadecer (2 Cel 112). Pero esta visión tan pesimista, ¿ expresa la imagen que Fran– cisco tenía de la mujer? - La mujer como símbolo En el camino espiritual de Francisco el elemento femenino, la imagen de la mujer, jugó un papel importante. Formado en el «amor cortés», que los nuevos monjes transformaron en «mística cortés», Francisco entendió su caminar evangélico desde la tipología de la mujer. En la cul– tura cortés, donde la sensibilidad es aceptada como forma de vida, la mujer tiene un lugar privilegiado. Ideal del poeta guerrero, se convierte en reina del corazón de su esposo, rodeándose de honor. Para conquis– tarla hace falta merecerla por las armas o por el canto; por ella se com-

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