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«CON LIMPIO CORAZÓN Y CASTO CUERPO» 69 Un ejemplo de esto aparece en la Crónica de Tomás de Eccleston, donde el hermano Walter de Reygate dice que «a un hermano de la pro– vincia de S. Francisco se le había revelado que los demonios celebran cada año un concilio contra la Orden y que habían encontrado tres cami– nos para dañarla: la familiaridad con las mujeres, la admisión de per– sonas inútiles y el manejo del dinero» (n. 101). Francisco y sus hermanos, como grupo de célibes que pretendían vivir su proyecto evangélico dentro de la Iglesia, debían contar con los condi– cionamientos canónicos que estructuraban la vida religiosa de su tiempo. De ahí que en la Regla no bulada tuvieran que introducir todos los tópi– cos sobre la guarda de la castidad que :hacían falta para distanciarse de los restantes movimientos pauperísticos itinerantes, a los que se acusaba, entre otras cosas, de llevar una vida disoluta. Dentro de este marco canónico hay que colocar el texto de dicha Regla: «Todos los hermanos, dondequiera que estén o vayan, guárdense de las malas miradas y del trato con mujeres. Y ninguno se entretenga en consejos con ellas, o con ellas vaya solo de camino, o coma a la mesa del mismo plato. Los sacerdotes hablen honestamente con ellas cuando les dan la penitencia u otro consejo espiritual. Y ninguna mujer en abso– luto sea recibida a la obediencia por algún hermano, sino que, una vez aconsejada espiritualmente, haga penitencia donde quiera. Y estemos todos muy alerta y mantengamos puros todos nuestros miembros, porque dice el Señor: "Quien mira a la mujer para apetecerla, ya ha cometido adulterio con ella ·en su corazón." Y el Apóstol: "¿Es que ignoráis que vuestros miembros son templo del Espíritu Santo?"; así, pues, "al que violate el templo de Dios, Dios lo destruirá"» (1 R 12, 1-6). Este fragmento plantea algunos interrogantes, por cuanto supone una experrencia negativa. ¿Los hermanos de la primitiva Fraternidad se rela– cionaban limpia y normalmente con las mujeres, como lo hacían los movunientos laicos, o es la voluntad de terminar con falsas sospechas, que ya empezaban a circular entre la gente, lo que les llevó a tomar estas medidas? ¿Fue, tal vez, la curia romana la que les insinuó que tomaran tales medidas para evitar sospechas, prohibiendo, incluso, que aceptaran mujeres a la obediencia, después que Francisco hubiera recibido a Clara y a Práxedes? (TestCla 4; 3 Cel 181). La Regla bulada es más concisa a este respecto. Se conforma con pre– cisar escuetamente: «Mando firmemente a todos los hermanos que no tengan sospechoso trato o consejos de mujeres» (2 R 11, 1). La evolución de la Fraternidad comportaba la entrada, cada vez más imperiosa, en los cauces jurídicos de la Iglesia; lo cual no quiere decir que Francisco viera mal la regulación de las precauciones respecto a la castidad, puesto que,

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