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«CON LIMPIO CORAZÓN Y CASTO CUERPO» 63 y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima Santa María, y quisiste que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz y sangre y muerte» (1 R 23, 3). Las «grandes maravillas», fruto del amor, que Dios ha hecho por noso– tros, perduran en el tiempo para que las acojamos en libertad y nos transformemos en hijos capaces de comprender el amor del Padre. Por eso Francisco reconoce agradecido el amor paciente de Dios que se nos ofrece día a día: «Y te damos gracias porque este mismo Hijo tuyo ha de venir en la gloria de su majestad a arrojar al fuego eter-no a los mal– ditos, que no hicieron penitencia y no te conocieron a ti, y a decir a todos los que te conocieron y adoraron y te sirvieron en penitencia: Venid, benditos de mi Padre; recibid el rei.no que os está preparado desde el origen del mundo» (1 R 23, 4). El amor de Dios es apasionado pero cortés; se vuelca en el hombre sin abatirlo ni aplastarlo; muestra su calidad y su elegancia «haciendo salir el sol sobre buenos y malos» (cf. Mt 5, 45). Y es que, en definitiva, «la cortesía es hermana de la caridad, que extingue el odio y fomenta el amor» (Flor 37). La misma cortesía que para el juglar es fruto del amor apasionado que siente por su amada, para Francisco es una conse– cuenciia del amor misericordioso de Dios que se manifiesta en su actuar. ...:) La cvrtesía de Francisc~; Para Francisco, el actuar de Dios es el modelo ético de la conducta humana. Por eso, si Dios es cortés al manifestar su amor, él y sus her– manos lo deberán ser también si quieren seguir a Jesús. Celano, dentro del esquema del «miles Christi» en que sitúa a Francisco, ,nos dice que ya antes de su conversión no estaba tocado de avaricia ni era ávido de acumular dinero, sino que era pródigo, manirroto. En cuanto a su trato, ..:ra muy humano, hábil y en -extremo afable (1 Cel 2). Los Tres Compa– ñeros ..:ompletan esta descripción añadiendo que era «naturalmente cortés en modales y palabras» (TC 3). Durante el proceso de su conversión siguió cultivando la virtud de los caballeros, entre los que había querido contarse. Celano prosigue su des– cripción diciendo que también favorecía, además de los leprosos, a otros necesitados, alargando su mano generosa y el afecto de su corazón. Una vez que, en contra de su modo habitual de ser -porque era en extremo cortés-, despidió con mtilos modales a un pobre que le pedía limosna, se arrepintió de tal forma que decidió no negar nada a nadie que lo pidiese en nombre de Dios (1 Cel 17). Al dibujar el retrato de Francisco, Celano apunta los trazos de su cortesía al decir que era fino en sus costumbres y afable en la conversa-

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