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62 J. MICÓ Este amor, la cortesía, fue un movimiento importante dentro de las transformaciones sociales. Pero más que una moda pasajera y superfi– cial, fue una revolución en el campo de la sensibilidad al convertirse en un ideal amoroso. Un amor que no es tanto una posesión carnal y baja, cuanto un impulso del corazón hacia la dama lejana, una adoración silen– ciosa y oculta, una -elevación del alma por la alegría de amar y saberse amado. Los cantos trovadorescos repetirán sin descanso los deseos, las ansias, los temores y las esperanzas del corazón que está marcado por el amor. b) Dios es cort,esía La cortesía no es sólo una cualidad de la caballería medieval que los juglares cultivaron y recrearon en forma lírica. Para Francisco y su en– torilo espiritual, la cortesía es una de las prop1edades de Dios, que por cortesía da el sol y la lluvia a buenos y malos (Flor 37). En d siglo XIV, la mística inglesa Juliana de Norwich seguirá esta tradiciún que mani– tiesta el gran influjo del amor cortés en la espiritualidad. En sus escritos nos dice: «Dios es muy familiar y cortés; por tanto debemos guardarnos de aceptar esta familiaridad con tanta rregligencia que abandonemos la cortesía. El Señor nuestro es la suprema familiaridad; y es tan cortés como familiar, ya que Él es verdadera cortesía.» En toda esta tradición del amor cortés vivido desde la espiritualidad hay un tra~fondo trinitario que ilumina y motiva la castidad o el amor célibe. Tomando de los juglares el concepto de cortesía como un modo de ser y hacer que brota del amor, del enamorado, estos hombres y mu– jetes medievales veían la cortesía en Dios como un modo de actuar su amor. Dios es amor y nos ha manifestado su cariño en forma de cortesía. Las actuaciones salvadoras de Dios respecto al hombre están marcadas por la ternura y el hacer cortés; una cortesía que entraña la grandiosidad limpia del amor trinitario y el respeto por la dignidad del hombre a quien se ofrece en salvación. Francisco es consciente de que todas las «grandes maravillas» que ha hecho Dios llevan el sello de la cortesía, ya que Él es cortés. Su asombro ante esta forma de manifestarse le hace romper en alabanzas al Padre, «pues por tu santa voluntad y por tu único Hijo con el Espíritu Santo creaste todas las cosas espirituales y corporales, y a nosotros, hechos a tu imagen y semejanza, nos colocaste en el paraíso» (1 R 23, 1). Pero la cortesía de Dios no se queda en la creación. De ahí que Fran– cisco continúe desgranando alabanzas por el hecho de la encarnación: « Y te damos gracias porque, al igual que nos creaste por tu Hijo, así, por el santo amor con que nos amaste, quisiste que Él, verdadero Dios
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