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«CON LIMPIO CORAZÓN Y CASTO CUERPO» 61 1. CORTESÍA DE CABALLERO La estructura afectiva de Francisco está determinada por el «amor cortés». Su frustrada vocación de caballero le fraguó una personalidad afectiva donde la cortesía era la forma natural de expresarse. Los bió– grafos, tomando esta faceta real, la sublimarán hasta convertirlo en un «Miles Christi», como lo había sido antes S. Martín de Tours. Posterior– mente algunos autores harán de este talante cortés que le aportó su voca– ción por la caballería el cañamazo donde bordarán la figura de Francisco. No obstante esta magnificación de la faceta caballeresca de Francisco, a todas luces exagerada y prestada de la hagiografía tradicional, cabe rastrear ¡por sus Escritos esa actitud de cortesía que coloreó toda su relación afectiva con los demás. a) El amor cortés Los biógrafos, sobre todo Celano, dibujan la figura de un Francisco que, ya antes de su conversión, posee esa cualidad que define a los caba– lleros: la cortesía. Una vez convertido, transformará el sentido de esa «curialitas», que es hermana de la caridad, en la expresión de su amor por todos. Francisco será cortés con los obispos, con los señores feudales, con los ricos, con los pobres, es decir, con todos, h'asta con su propio cuerpo. Pero, ¿cuál es el contenido de este valor social que tan profunda– mente marcaba el comportamiento caballeresco de la Edad Media y que Francisco utilizó como vehículo de su manifestación afectiva en el segui– miento de Jesús? La historia de la cortesía está ligada a la de la caballería. Cantada por los trovadores, la cortesía es originalmente una transformación de las costumbres, una transformación del modo de vivir. A comienzos del siglo XII apareció en Aquitania este movimiento civilizador que contri– buyó a refinar la mentalidad, aún frustrada, del guerrero medieval. Bajo el influjo de esta nueva cultura, el caballero descubre que el hombre es algo más que un conjunto de fuerzas brutas, y que la finura, la delica– deza y la elegancia son también capaces de formar parte de su grandeza. Para dar muestras de afabilidad, se visitan unas cortes a otras, es decir, se «cortejan». De donde la palabra cortesía viene a significar, en un pri– mer momento, acercarse al otro con respeto y conservando las formas. La mujer, que hasta entonces era fundamentalmente un objeto de placer para el reposo del guerrero, se convierte en el honor de su señor, en la admiración de sus huéspedes. Las reglas de la cortesía hechas por el hombre de guerra, se van transfiriendo del señor a su señora, floreciendo poco a poco el «amor cortés».

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