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«CON LIMPIO CORAZÓN Y CASTO CUERPO» 55 paz constantiniana y 1-a aparición del monacato influyeron en el floreci– miento de la virginidad corno estado dentro de la Iglesia. De ahí que esta situación diera origen a una abundante literatura, hasta el punto de con– vertirse en género literario con estos tres elementos: 1) el elogio de la virginidad y la exhortación a abrazarla; 2) la exposición de modelos que sobresalieron en esta virtud cristiana; 3) la exposición de una serie de consejos que regulen la vida de las vírgenes en su fuero interno y en su comportamiento dentro de la comunidad •eclesial. Entre esta literatura sobre la virginidad que nos dejaron los Santos Padres y los escritores eclesiásticos de los siglos IV y v, no aparecen las Reglas monásticas, puesto que veían ·esta virtud tan evidente, que no hacia falta legislar sobre ella. Los escritores de la Edad Media aportan muy poco al tema de la virgi– nidad, ya que no hicieron más que repetir las ideas de los Santos Padres. La castidad monástica, aun basándose en los dichos y ejemplos del Señor, se alimenta de las formas culturales de desprecio por el sexo y todo lo relacionado con él, la mujer y el matrimonio, de modo que se nos hace difícil reconocer en su opciún esa alegría de haber recibido el don del celibato como una liberación para abrirse a Dios y su Reino. - El celibato eclesiástico El Nuevo Testamento no exige el celibato eclesiástico. De ahí que en los tres primeros siglos del cristianismo, el matrimonio y el uso del mis– mo no estuvieran prohibidos a los que desempeñaban ministerios ecle– siales, aunque se valorara la virg1nidad y la continencia, practicándola en algunas ocasiones y de forma voluntaria obispos y presbíteros casados. Entre los siglos IV y XI se establece por primera vez en la legislación ecle– siástica el celibato; es decir, la prohibición del uso del matrimonio. En la Iglesia oriental se aplicaría de forma restrictiva dicha ley, im– poniéndola solamente a los obispos. Pero ,en lo que a la Iglesia latina se refiere, sabemos que durante toda a Edad Media, aunque el celibato era ya ley común, eran muy pocos los sacerdotes que la cumplían, hecho que provocó repetidas disposiciones contra los llamados «nicolaítas», es decir, sacerdotes y clérigos concubinarios. El matrimonio de los sacerdotes, durante todo este tiempo, era considerado ilícito, pero válido, hasta que el concilio II 1de Letrán, en 1139, lo deolaró también inválido piara los sacerdotes, diáconos y subdiáconos. Aunque no puede negarse el valor del celibato, hay que reconocer que su estima se debe, en gran parte, al menosprecio de lo sexual. La idea de pureza cultual, que tuvo especial vigencia en el judaísmo, logró im– pone::-s'e de tal modo que durante un milenio entero no se levantó ninguna

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