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LA SANTA MADRE IGLESIA 289 de todo, modelando con su amor la creación entera y, de forma especial, al hombre, hecho a su imagen y semejanza (1 R 23, 1). Compadecido de nuestra debilidad, contraída a causa del pecado, el mismo Dios trinitario que se había volcado en nuestra realización, nos acompañó también en nuestra pobreza, haciéndose hombre en el Hijo, nacido de la Virgen María, y abriéndonos con su vida y su muerte el camino de la libertad (1 R 23, 2s). Pero ese Dios, que es relación familiar trinitaria, no está solamente en el origen y en el camino; nos espera también en la meta, acogiendo nuestro cansancio. y colmando de senHdo nuestro destino de hombres (1 R 23, 4). Esta acción salvadora de la Trinidad la percibía Francisco como el misterio encarnado en la Iglesia, sólo balbucible con la alabanza, cuyo cuerpo es sacramento de liberación para todos los llamados a formar en ella el Pueblo de Dios. 1. LA IGLESIA, TEMPLO DE 'LA TRINIDAD Si bien es verdad que Francisco no elaboró ninguna eclesiología, ya que no era teólogo, la relación de ejemplaridad que establece entre María y la Iglesia nos permite formular su experiencia eclesial del misterio sal– vador trinitario. En la Antífona de la Virgen que aparece en el Oficio de la Pasión, Fran– cisco alaba a María por su relación con la Trinidad, exaltándola como hija del Padre celestial, madre de nuestro Señor Jesucristo y esposa del Espí– ritu Santo. En María se hace visible la invisible bondad de Dios con los hombres; en ella se nos hace palpable la intangible misericordia divina que se nos ofrece como don. Pero este misterio de salvación no se agota en María. En el saludo que Francisco dirige a la Virgen (SaIVM) hay una alabanza que relaciona a María con la Iglesia. Al atribuir a la Virgen su condición de templo, de iglesia, está claro que se refiere, en primer término, a su disponibilidad personal para que el Hijo de Dios tomara carne en sus entrañas, pero también a su condición de imagen anticipada de Ia Iglesia: es decir, que la Iglesia está llamada a ser lo que ya ahora es María: ámbito y hogar ,de la Trinidad, donde su gracia se hace presente a los hombres. El Saludo tiene como trasfondo el hecho de la Anunciación (Le 1, 26- 38), por el que María empieza a ser templo del Espíritu Santo al acoger en su seno al Hijo del ·· Padre. Esta receptividad activa de la Virgen le permite a Francisco (al fin y al cabo un laico medieval que necesita visualizar lo vivido transformando en imágenes tangibles la doctrina ecle-
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