BCCCAP00000000000000000001439

286 J. MICÓ la Iglesia, y ambos tuvieron que ceder en sus respectivos puntos de vista para que la Fraternidad pudiera seguir viviendo referida al Evangelio y dentro del seno eclesial 2. FRANCISCO Y LOS OBISPOS Otro elemento importante de las relaciones entre Francisco y la jerar– quía fueron los obispos. En su actitud ante ellos se refleja no sólo el sentir común del pueblo, que admitía su presencia como autoridad incues– tionable, sino también la práctica canónica de la Iglesia que les confería un poder casi absólúto en el gobierno de su diócesis (TC 19). A pesar de los temperamentos tan dispares de Francisco y de Guido el obispo de Asís, sus relaciones aparecen serenas y sin ningún tipo de conflicto; más aún, los biógrafos afirman que en los momentos difíciles en que Francisco tuvo que decidir su futuro, el obispo estuvo a su lado ayudándole a clarificarse y a conseguir lo que se había propuesto. La Leye~da de los Tres Compañeros (TC 20), de forma más o menos explícita, y Tomás de Celano (1 Cel 15. 32) tienden a resaltar esta ayuda espiritual de Guido a Francisco, aunque la forma de ser del Obispo, muy enérgico y ccmsciente de su dignidad, hace pensár en su incapacidad para enten– der los motivos más profundos del Proyecto evangélico de Francisco. De este modo se hace comprensible que su ayuda a la maduración espiritual de Francisco no fuera toda la que éste necesitara. Es.ta dificil amistad continuó durante toda su vida, visitándoie Guido con frecuencia en la Porciúncula (2 Cel 100), hospedándole en su palacio y cuidándole en su enfermedad (1 Cel 108), y, por último, llorando su muerte como si se tratara de su propio padre (2 Cel 220). La misma deferencia 1que tema con el obispo de Asís ·1a aplicó tam– bién a ·todos los demás obispos, visitándoles cuando llegaba a una ciudad, puesto que los consideraba corno señores naturales de su diócesis (1 Ceil 75); de ahí: que al proyectar la Fraternidad por toda la Iglesia lo hiciera supeditándose a su voluntad pastoral, cosa que no agradaba mucho a los Ministros y que apoyó la Curia romana cuando la Fraternidad se convirtió en una foerza apostólica· apetecible para ser aprovechada de una forma eficaz (AP 45). Jordán de Giano nos narra en su Crónka {nn. 3-5), de una fonna jocosa pero dramática, la situación de las primeras expediciones misionales por Europa en 1219: Su aspecto y forma de vida 1 los hacía sos– pechosos de herejía, no sólo ante el pueblo, sino, incluso; para los mismos obispos. Esta sospeciha se explica porque desde Róma se urgía a los mismos

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz