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!..A SANTA MADRE IGLESIA 283 el Capítulo, el Cardenal acompañó a Francisco ante el Papa, y éste les extendió la bula «Cum dilecti filii», diri¡ida a los obispos de todo el mundo. en la que garantizaba la plena fidelidad del grupo a la Iglesia, por lo que debían ser acogidos con benevolencia (TC 62). La crisis desencadenada en la Fraternidad con motivo de la ausencia de Francisco, fue otra ocasión de encuentro entre el Santo y el Papa. Informado de que los dos Vicarios se habían reunido en Capítulo con unos cuantos hermanos «seniores» para reorganizar algunos aspectos. de la Fraternidad, Francisco volvió de Siria y se dirigió a la Curia para solu– cionar estos problemas, pidiendo al Papa que Hugolino, ahora de forma oficial, se hiciera cargo de la Fraternidad como Cardenal Protector (1 Cel 100; 2 Cel 25; TC 65). En este ambiente se desarrollaron las relaciones de Francisco con los dos papas con que le tocó tratar los distintos asuntos de la Fraternidad. Aunque la diferencia de responsabilidades y mentalidades debió de hacer difícil la negociación del Proyecto evangélico, no parece presumible que se resolviera con tirantez, como suponen los seguidores de Sabatier. Jordán de Giano nos narra en su Crónica (n. 14; cf. Sel Fran n. 25-26, 1980, 243) la delicada familiaridad de Francisco con el papa Honorio con mo– tivo de su visita para buscar soluciones a la crisis de la Fraternidad. No atreviéndose a molestar al señor Papa, nos dirá Giano, se acostó en el atrio de su estancia esperando con paciencia que saliera espontánea– mente. Cuando salió, Francisco le hizo una reverencia y le dijo: «Padre papa, Dios te dé la paz.» A fo que el pontífice le respondió: «Dios te bendiga, hijo.» b) Francisco y el Car(<J.enal Protector La presencia de Francisco en la Curia en 1210 para que el Papa le aprobara su Proyecto evangélico de vida, estuvo condicionada por el nor– mal funcionamiento burocrático de la misma. El obispo de Asís, Guido, fue el q_ue presentó a Francisco ante el cardenal Juan de S. Pablo. Este Cardenal había sido estrecho cailaborador de Inocencio III en su po1ítica contra la herejía y en la reconducción de los movimientos religiosos al servicio de la Iglesia. Como Cardenal Penitenciario disponía de los medios jurídicos necesarios para ayudar a Francisco en la homologación eclesial de su movimiento. Como buen entendido en la políti'Ca papwl, Juan de S. Pablo aconsejó a Fran.cisco su incorporación en alguna de las órdenes tradicionales. Pero el Santo estaba convencido de que el Señor le ha:bía manifestado que viviera según la forma del santo Evangelio, por lo que no era posible ceder en este empeño. Su resistencia parece ser que tuvo efecto, pues
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