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282 J. MICÓ a) Francisco y el Papa Por su caUdad de responsablle y cabeza de un grupo religioso, Francisco tuvo que relacionarse con el Papa. La aureola religiosa, hecha de mis– terio y respeto, con la que los cristianos medievales rodeaban la figura del Papa, así como la relativa proximidad física de su persona, debieron influir en la imagen que Francisco tenía del Sumo Pontífice. Los biógrafos narran estos encuentros dentro del marco de lo maravilloso y de ila im– portancia que adquirió posteriormente la Orden dentro de la Iglesia. Aun– que ail inicio del siglo XIII la Ouria romana no tenía aún la complejidad y 1a magnitud que· adquirirá en los siglos posteriores, era ya un orga– nismo bastante estructurado, a cuya cabeza estaba el Papa. De ahí que no fuera fácil llegar hasta él sino después de haber pasado 'por ilos. nor– males filtros burocráticos y de decisión, entre los que se encontraba el de los Cardenales. El hecho de que Francisco se encontró con Inocencio III después de obtener loi; contactos necesarios para llegar hasta él, está plenamente pro– bado. En el Testamento nos dice que, después de haber hecho escribir en pocas y sencillas palabras el Proyecto de vida inspirado por el Altí– simo, •el señor Papa se lo confirmó {Test 15). Los biógrafos han ampliado después este dato escueto, haciendo una «puesta en escena» que desborda, por su intencionalidad, los límites reales en que se debió de dar (1 Cel 32s; 2 Cel 16s; LM 3, 8-10; TC 46-49). Fruto de este encuentro fue la aprobación oral del Proyecto de vida; acontecimiento que cobra valor no tanto en sí mismo cuanto ai ser reco– brndo pcr una Orden que ha encontrado su lugar apostólico dentro de la Iglesia y puede presentar una Regla para que lle sea aprobada jurídica– mente. No obstante, a Francisco le era suficiente esta prueba de confianza inicial del Papa para caminar con la seguridad de que su Proyecto era querido por Dios y no una mera ilusión personal. Si tuvo otros contactos con Inocencio III, no queda de ello constancia. Posiblemente, la muerte del Papa en Perusa en 1216 reunió, por última vez, a estos dos personajes que, desde una realidad personal tan dispar, hicieron Io posible por servir a la Iglesia consensuando una Fraternidad en la que fuera posible vivir según la forma del santo Evangelio. La relacióp. de Fra:µcisco con el nuevo papa Honorio III sólo viene con– firmada unos años después. Con la división de fa Fraternidad en Provin– cias en el Capítulo de 1217, los hermanos tuvieron que emprender nuevas ri'íisiones, que no siempre resultaron satisfactorias y de las que tuvieron que desistir. En el Capítulo de 1219, en el que estaba presente Hug011ino, los hermanos contaron sus desastrosas experiencias. Una vez terminado
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