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132 L. IRIARTE él ha descubierto por el hecho de su conversión (1 Cel 6 y 7). En la V ida II, sin embargo, y en san Buenaventura la «perla evangélica» se identifica con la pobreza, que Francisco toma como esposa. Y así irrumpe en la litera– tura franciscana la figura de los desposorios místicos con la dama Pobreza, perspectiva que, en verdad, ha favorecido poco el empeño real de los hijos de san Francisco en una vida pobre, verdadera y simple (ver principal– mente 2 Cel 55, 82, 83, 84, 215; LM 1, 4; 4, 7; 7, l. 6; 11, 14; 13, 8; 14, 4). En sus enseñanzas sobre la pobreza interior, y precisamente para expre– sar el desprendimiento de todo aquello que puede quitar la libertad al corazón, Francisco se sirve de una imagen encontrada en los textos evan– gélicos: loculos componere, thesaurizare (acumular riquezas, atesorar). Los superiores que se incomodan cuando se les quita el cargo no son pobres, pues «amasan un capital en daño de sus almas» (sibi loculos ... cornponunt; Adm 4; cf. Jn 12, 6). El hermano que se altera o se enoja por el pecado de otro, «atesora culpas» (thesaurizat sibi culpam; Adm 11). Quien se reserva para sí los bienes de Dios, «esconde para sí el dinero de su Señor» (cf. Mt 25, 18; Adm 18). En cambio, «dichoso el siervo que atesora en el cielo los bienes que el Señor le muestra» en la contemplación (cf. Mt 6, 20; Adm 28). En esta línea de las enseñanzas del Santo puede considerarse genuina la sentencia que le atribuye Tomás de Celano: «Solía decir que no ha dejado todas las cosas por el Señor quien se reserva la bolsa (loculos) del juicio propio» (2 Cel 140; cf. Adm 4). La imagen de la peregrinación, como elemento inherente a una vida en pobreza, se expresa con textos bíblicos bien conocidos: «nuestro Señor Jesucristo... fue pobre y huésped» (cf. Mt 25, 43; 1 R 9, 4-5). «Como peregrinos y forasteros en este mundo» (cf. Sal 38, 13; 1 Pe 2, 11; 2 R 6, 2; Test 29). «Sea ésta vuestra porción, la que conduce a la tierra de los vivientes» (cf. Sal 141, 6; 2 R 6, 5). FIGURAS BÍBLICAS REFERENTES A LA OBEDIENCIA La doctrina de Francisco sobre la obediencia tiene una clara raíz bíblica, comenzando por la Admonición II sobre la desobediencia de Adán consistente en una apropiación abusiva del don de la libertad: ,,Come del árbol de la ciencia del bien el que se apropia para sí su voluntad... y lo que comió se le convirtió en fruto de la ciencia del mal» (Adm 2). Al religioso que retira, por la desobediencia, el don de su voluntad hecho en la profesión, Francisco le aplica la imagen fuerte del perro que vuelve a su vómito (Prov 26, 11; 2 Pe 2, 22): es como mirar atrás y volver al vómito de la voluntad propia (Adm 3, 10). En el mismo sentido se expresa 2 Cel 28. El lavatorio de los pies de los apóstoles, hecho por Jesús antes de la Cena, es explicado por los exégetas como una parábola en acción, esceni– ficada, para inculcar el estilo evangélico de la autoridad. Francisco ha comprendido este sentido al escribir en la Regla no bulada: « Y nadie sea
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