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FIGURAS BÍBLICAS EN S. FRANCISCO 131 todos aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posará el Espíritu del Señor y hará en ellos habitación y morada. Y serán hijos del Padre celestial (cf. Mt 5, 45), cuyas obras realizan. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Seífor Jesucristo. Somos espo– sos cuando el alnza fiel se une, por el Espíritu Santo, a Jesucristo. Y her– rnanos somos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está en el cielo; madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo por el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas ... » (2CtaF 48-53). Santa Clara asimiló, también en este particular, el pensamiento poco común de san Francisco. En las cartas a la beata Inés de Praga aparecen constanten1ente expresiones como estas: «sois esposa y niadre y hermana del Señor», «hermana, esposa y madre del altísimo Hijo del Padre», «madre, hija y esposa del Rey de todos los siglos», «hermana y esposa del sumo Rey de los cielos», «hija y esposa carísima del Rey». Sabido es el valor que tiene la figura de la madre, familiar y también bíblica, en la dinámica de la fraternidad tanto en lo que se refiere a las relaciones entre los hermanos como en cuanto fórmula ideal del buen superior: « Y cada uno ame y nutra a su hermano, como la madre ama y nutre a su hijo» (1 R 9, 11); «Si la madre nutre y quiere a su hijo carnal, ¿ cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual?» (2 R 6, 8). En los eremitorios, dos de los hermanos deben hacer de «madre» (REr). Francisco escribe al hermano León «como una madre» (CtaL). Había elegido al hermano Elías «como su madre» (1 Cel 98). FIGURAS BÍBLICAS REFERENTES A LA POBREZA Cuanto hemos dicho sobre la figura bíblica de la umon nupcial no puede aplicarse a las relaciones de Francisco con la «dama» pobreza. Jamás encontramos la más mínima referencia a una tal idealización en los escritos personales de Francisco, como tampoco en la Vida I de Celano, en los datos biográficos transmitidos por los «tres compañeros» (TC, LP, AP, EP) y en el Sacrum Commercium; jamás Francisco da a la pobreza el nombre de esposa, y no se comporta con ella al modo de un caballero con la mujer de sus pensamientos. La pobreza evangélica que él eligió es una realidad muy concreta: «la pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo», un empeño existencial serio e incómodo, como lo es para todos los verdaderos pobres. La llama, sí, «santísima», «altísima», «señora», por– que la ve unida a la vida del Altísimo Hijo de Dios. El Sacrum commer– ciwn la presenta como esposa de Cristo. Es interesante la evolución tal corno aparece en las fuentes biográficas. La V ida I de Celano aplica a Francisco la parábola de la perla preciosa encontrada por él como buen comerciante (Mt 13, 45s.); esta perla, o «tesoro escondido», es también una «esposa de singular belleza», pero no es otra cosa que la «verdadera religión», el Reino interior de los cielos que
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