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LÁZARO IRIARTE, OFM.Cap. FIGURAS BÍBLICAS «PRIVILEGIADAS» EN EL ITINERARIO ESPIRITUAL DE S. FRANCISCO Figure bibliche «privilegiate» nell'itinerario spirituale di san Francesco, en AA.VV .: Lettura biblico-teologica delle fonti francescane, Roma, Ed. Antonianum, 1979, págs. 61-81. Los exégetas hablan de un sentido típico en la Sagrada Escritura. La Biblia, en efecto, se mueve constantemente en una atmósfera de figuras y simbolismos. En el Antiguo Testamento, toda la liturgia hebrea está llena de conmemoraciones sin1bólicas de las gestas de Yahvé en favor de su pueblo. Los profetas, especialmente, tienden a explicar los acontecimientos del pasado como figura de los futuros. Este clima figurativo es más patente todavía en el Nuevo Testamento. :Llegada la «plenitud de los tiempos», todo lo que a los hebreos «sucedió en figura», se cumplió en Cristo, nuevo Adán, nuevo Moisés, nuevo David, nuevo Salomón, nuevo Isaac, nuevo Templo, nuevo Cordero Pascual. Es una Alianza nueva, cumplimiento de la antigua, un Israel nuevo... Los doce apóstoles hacen pensar en las doce tribus. Los cristianos son los verdaderos hijos de Abraham, el verdadero pueblo santo. El antiguo sacer– docio era figura del sacerdocio definitivo y eterno de Cristo... El bautismo es el arca de salvación; la eucaristía, el verdadero maná; la Jerusalén terrena fue figura de la Iglesia; ésta, a su vez, es figura de la Jerusalén celeste... Nada extraño, pues, que una cultura como la del siglo XIII, empapada de la Biblia, encontrase en las figuras bíblicas la forma literaria más normal. No olvidemos, por otra parte, que el alegorismo de los Padres alejandrinos, que llegó a la Edad Media a través del genio fecundo y brillante de san Agustín, creó una verdadera espiritualidad del símbolo, sobre todo en la escuela de san Víctor, que legó su herencia a los teólogos franciscanos. Ni se puede ignorar el influjo real de Joaquín de Fiore, el gran visionario de los simbolismos bíblicos, en la literatura franciscana de la segunda mitad del siglo XIII. Era natural que, en semejante clima, la interpretación teológica, por así decir, de Francisco y de su obra estuviese fuertemente marcada por el gusto por las figuras bíblicas, y que el mismo santo Fundador, guiado . y empapado por el «espíritu de las divinas letras» (cf. Adm 7, 3-4), asimilase en un cierto grado los símbolos bíblicos, aunque no ciertamente con la pretensión de verse a sí mismo «figurado» en las páginas sagradas.

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