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FIGL'RAS BÍBLICAS EN S. FRAXCISCO 143 podría llamar a esta segunda etapa la de la «mitificación» de Francisco. Y es interesante comprobar que, exceptuadas ciertas figuras preferidas por los espirituales ya que venían a justificar sus posiciones escatológicas, la tendencia progresiva a hacer de Francisco un hombre fuera del tiempo y del espacio, predestinado, preanunciado, configurado con Cristo, se manifiesta más bien en la «comunidad» y después en el conventualismo. Quizá porque una imagen tan desencarnada y grandiosa produce, sí, entu– siasmo y orgullo de familia, pero compromete menos que la noticia inme– diata de los hechos reales de la vida de Francisco y de sus enseñanzas sencillas y sinceras. Hombres de la «comunidad» fueron, en el siglo XIV, Arnaldo de Sama– tan, que escribió en 1365 su tratado De conformitate b. Francisci ad Chris– tum, y Bartolomé de Pisa, que publicó entre 1385 y 1399 el monumental De conformitate vitae beati Francisci ad vitam Domini I esu. El primero enumera cuántos fueron los profelas que tuvo Francisco; como Jesús, tuvo también un precursor, tuvo el grupo de discípulos, y da a cada uno de éstos un apóstol que lo prefiguró: fray Bernardo estuvo prefigurado en san Andrés; Pedro Catani, en san Pedro; Gii, en Santiago de Zebedeo; León, en san Juan Evangelista; Rufino, en santo Tomás; Silvestre, en Santiago de Alfeo; Felípe, en san Felipe; Angel Tancredo, en san Mateo; Maseo, en san Bartolomé; Pacífico, en san Simón; Elías, en san Judas Tadeo; Juan de Capella, en Judas Iscariote; Guillermo el Inglés, en san Ma– tías; san Antonio de Padua, en san Pablo; el beato Conrado de Offida, en san Bernabé. Es interesante el ingenio puesto en juego para encontrar tantas semejanzas para cada uno. Francisco tuvo también cuatro biógrafos que corresponden a los· cuatro evangelistas: fray León, prefigurado en Marcos; Julián de Espira, en Lucas; Tomás de Celano, en Mateo; san Buena– ventura, en Juan. Y así sucesivamente. El libro de Bartolomé de Pisa, que agota todas las posibles semejanzas entre Cristo y Francisco, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, tuvo un éxito enorme y fue como el rnentalizador de muchas generaciones franciscanas. En 1542, el luterano Erasmo Alber publicó un libelo titulado El Corán de los Franciscanos, poniendo en ridículo el De confonnitate que, según él, hacía de Francisco «un ídolo». Todavía en 1651 el observante español Pedro de Alba y Astorga publicó otro libro en el que describía nada menos que 3.726 conformidades de san Francisco con Cristo. Fue incluido en el índice. Moraleja final: pienso que para conocer a san Francisco y comprender sus ideales es mejor dejar de lado tantas «figuraciones» y «conformida– des», y acercarse a él en un clima de simplicidad y de minoridad. Traducción: Pablo Martín, OFM.Cap.

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