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EL HOMBRE DE HOY EN EL PENSA\HENTO DE LA IGLESIA 81 existencial, decisivo en el proceso de madurez de la personalidad de Francisco. El Señor toma las riendas de su vida, se le descubre como un Tú subyugante, supremo Todo, absoluta Bondad y Amor misericor– dioso, a través del gesto de una compasión extrema que le cura milagrosa– mente de su lepra de hombre de pecado. Su existencia será, de ahora en adelante, iniciativa de Dios, decisión de Dios, don de Dios, lugar privile– giado de encuentro constante con Dios, alabanza de Dios, servicio y res– puesta agradecida a Dios. Su vida será gracia. Todo, hasta las cosas y las personas que le estorban para amar al Señor Dios, lo considera como una gracia (cf. CtaM 2; AlD). La novedad de un horizonte teológico y de una sensibilidad religiosa insospechados educa su fe y le da una visión y un baremo diferentes a la hora de apreciar las cosas. «A los ojos de Dios hay algunas cosas muy altas y sublimes, que a veces son consideradas entre los hombres como viles y bajas; y hay otras que son estimadas y respetadas entre los hombres, pero que por Dios son tenidas como vilísi– rnas y despreciables» (2CtaCus 2-3). No es posible imaginarse ya al hombre Francisco sin tener en cuenta esta dimensión religiosa que magnetiza todo el potenciai de su voluntad liberándolo de sí mismo y poniéndolo, incondicionalmente, bajo el signo de la pobreza y de la humildad, en actitud ele simple y alegre obediencia a su Señor. La experiencia de Dios como valor absoluto provoca un saludable con– flicto en lo más hondo del propio Yo, del homhre carnal de Francisco. A la luz de «la forma del santo Evangelio» y guiado por «el espíritu del Señor y su santa operación» (Test 14; 2 R 10, 9), va reconociendo sus propios límites, su propia talla: «Cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más»,13 dirá como fruto de su propia experiencia. Así, identifi– cándose ante Dios, logra situarse correctamente ante los hombres. «Cuando un hombre realiza de manera auténtica la pura relación vertical con Dios, que encontramos en Francisco de Asís, cambia o crea algo en el ámbito de las relaciones horizontales.» 14 «Seamos sencillos, humildes y puros ... Nunca debemos desear estar sobre otros, sino más bien, debemos ser siervos y estar sujetos a todos ... » (2CtaF 45-47). Mediante un proceso armónico y realista, va domesticando su egoísmo, su innata tendencia a la ambición y a afirmarse presumidamente, dando cauce a su altruismo, a sus sentimientos de bondad, a su relevante capacidad de amar, cristali– zando en la figura evangélica del Hermano por excelencia. Pero hay otra vertiente de esta constatación autobiográfica de Fran– cisco: el descubrimiento del hombre como hermano. Y justamente al con– tacto con el hombre necesitado. El Señor lo somete a la prueba más 13 Adm 19. Cf. LM 6, 1; K. EssER: Exhortación decimonona de S. Francisco, en Sel Fran núm. 3 (1972) 71-72. " Y.-M. CoNGAR: San Francisco de Asís o el absoluto del Evangelio en la cris– tiandad, en Sel Fran núm. 16 (1977) 34. Cf. Dicta B. Aegidii ,4.ssisiensis, Quaracchi 1939, VII, pág. 27; App., pág. 82.

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