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EL nm.mRE DE HOY EN EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA 77 extremadamente simples. Detectarlas y ponerlas de relieve, aun a costa de una escasa originalidad, podría ser un positivo servicio no sólo en el campo histórico y cultural, sino también en el terreno pedagógico. Una dimensión ésta, la vertiente educativa, no subestimable, por fidelidad a nuestra fisonomía y misión en la Iglesia y en el mundo de hoy, a nuestro pragmatismo de familia y a las exigencias de un planteamiento correcto de nuestro tenor evangélico de vida. No otra cosa, en última instancia, quieren ser estas reflexiones: una sencilla pista, con carácter introductorio y metodológico, para la lectura de san Francisco desde su perfil humano y evangélico más hondo en fun– ción de un servicio válido al hombre de nuestro tiempo. I. EL HOMBRE FRANCISCO: ESQUEMA Y DINÁMICA DEL FRANCISGA'.N'O «Francisco es un mist.erio. Lo era ya para sus contemporáneos y lo sigue siendo para nosotros.» 3 Esta afirmación de un insigne historiador moderno, resulta particularmente exacta intentando identificar los rasgos esenciales del hombre Francisco. Tan exacta, aunque ello parezca paradó– jico, como esta otra frase del mismo autor: «Toda la persona de Francisco es tan simple, tan pura, tan directa que es comprensible a todo el mundo.» 4 A san Francisco se puede llegar por muchos caminos. Permitidme, a título de pista más que de camino, una modesta aproximación a ese su misterio de simplicidad. Para una comprensión de la personalidad de Francisco, considero im– prescindible poner de relieve algunos datos fundmnentales de su dialéctica humano-religiosa íntima. No se dan carismas desencarnados. Cada santo madura su personalidad mediante una promoción armónica y coherente de ciertos factores humanos y evangélicos específicos. Me interesa subrayar esto, de entrada, porque el hecho de acercarnos a Francisco a través del cuadro central de sus valores y contravalores humanos pudiera resultar ambiguo. Cabría, metodológicamente, hacer una reflexión sobre los componentes humanos de una persona desde un punto de vista religiosamente neutro, aséptico. Pero no sería viable una inter– pretación completa y realista de la dimensión humana, desde la óptica de una mera antropología natural, cuando esa vertiente del sujeto se con– templa encarnada en la personalidad histórica, concreta de un creyente. Con razón el Concilio, puntualizando la tesis del nuevo humanismo de nuestro tiempo, subraya de propósito la vocación transcendente, suprema, 3 J. LORTZ: El Santo incomparable. Pensamientos en torno a Francisco de Asís, Madrid, Ed. Centro de Propaganda, 1964, págs. 9-10. 4 J. LORTz: Histoire de l'Eglise, «Petite Bibliothcque Payot», París 1962, pá– gina 154.
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