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76 F. IGLESIAS de vida: es decir, la tarea de identificarnos y realizarnos en perfecta cohe– rencia con nuestra dimensión humana y evangélica de franciscanos. Un problema de perspectiva importante. Sin ceder a la evasión fácil de un análisis cultural y religioso del llamado nuevo humanismo de esta hora de la Iglesia y de la sociedad, creo que merece la pena subrayar el deber que nos incumbe de inter– pretar y servir al hombre de hoy (valga la expresión) desde la fidelidad a nuestra clásica manera franciscana de ser hombres. Nosotros somos Iglesia, pero no toda la Iglesia. Nuestra vida y regla es el Evangelio, pero no por eso tenemos el monopolio del Evangelio. Nuestro claustro es el mundo, pero no por eso tenemos que dar una respuesta, ni siquiera desde el Evangelio, a todos los problemas del mundo. Somos hermanos de los hombres, pero no por eso tenemos que orientar todas sus cosas desde san Francisco o asumir, sin más, todo lo moderno de los hombres para ser franciscanos. Podemos y debemos, sí, tener una visión franciscana del mundo y de la vida y ofrecer una res– puesta, con acento típico y, sobre todo, a través de la propia existencia, a ciertas exigencias fundamentales del hombre: del hombre de hoy y ... del hombre de todos los tiempos. 2) Una segunda observación se refiere al fondo docum.ental de este estudio. Intencionadamente me he ceñido a unos datos esenciales y de primera mano: por una parte, la versión personal de san Francisco a través de sus escritos; por otra, algunas tesis más representativas del Concilio, con una referencia particular, por razón del tema y del signifi– cado, a la Redemptor hominis del Papa actual (4 de marzo de 1979), «la primera encíclica de antropología teológica en la historia de la Iglesia», como dice c.ornelio Fabro. Una docun1cntación, desde el punto de vista erudito, incompleta. Pero conscientemente incompleta. Las referencias bibliográficas a algunos estudios particulares tienen más bien, ordinaria– mente, un valor complementario y marginal, sin una incidencia directa en el planteamiento y desarrollo del tema. Quisiera poder ofrecer un modesto ensayo de lectura substancial, es decir, tomando como punto de partida aquellas ideas básicas que explican en su radicalidad, a mi juicio, el cuadro de valores de san Francisco, del hombre evangélico franciscano, y del hombre de hoy a la luz de la más calificada doctrina de la Iglesia actual. Por lo que se refiere a san Fran– cisco, me he limitado a sus escritos, convencido de que sólo «un estudio paciente y laborioso de los mismos podrá descifrar ciertos enigmas que aún rodean a su persona». 2 Pese a lo complejo y vasto del tema, analizado en todos sus detalles, personalmente creo que las líneas maestras, tanto en la experiencia de san Francisco como en el mensaje de la Iglesia del Vaticano II, son ' Afirmación de J. LoRTZ, que el P. K. EssER cita y hace plenamente suya en D. FLOOD, W. VAN DIJK, T. MATURA: La naisscmce d'un charisme, París, Ed. Fran– ciscaines, 1973, pág. 9 (Presentación).
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