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100 F. IGLESIAS Haced el bien a los que os odian... » (Le 6, 27s.). El mundo, comprendido el Islam, será conquistado al Evangelio mediante la caridad, el sufri– miento y la humildad. ,El hombre, incluso si es un musulmán, es ante todo un hermano, que me:vece nuestro respeto y nuestro diálogo. francisco guarda silencio, no hace alusión alguna a favor de las Cru– zadas, insiste en el radicalismo evangélico de la caridad, visita, con su carné de hombre sincero y cortés, humilde y fraterno, al Sultán y pro– mueve la metodología misionera del testimonio y del diálogo, que ratifica el Concilio Vaticano II y Pablo VI. 66 Francisco encarna perfectamente, desde su manera cristiana de ser hombre, la clásica definición del diálogo apostólico de la Ecclesiam suam: «el interior impulso de caridad que tiende a hacerse don exterior de caridad» (núm. 59). Francisco ha tomado en serio el Evangelio y se enfrenta audazmente con ciertas categorías cristianas de la época. Audazmente, pero con amor. He aquí la novedad del gesto contestatario (espiritualmente contestatario) de Francisco, con su mensaje de la no-violencia, de la fraternidad, de la minoridad, de la paz. Así quería a sus frailes: ni sarracenos ni cruzados; sencillamente... cristianos. ¿ Cuál de las dos tesis es la verdadera: la de la Iglesia oficial y 'ía Cristiandad del Medievo o la de Francisco? La clave para una respuesta, son comentarios, está en criterios de la Iglesia del Vaticano II como estos: «La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes ... Si en el trans– curso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvi– dando lo pasado, procuren sinceramente una mutua comprensión... » (NA 3). «Aunque en la vida del Pueblo de Dios, peregrino a través de los ava– tares de la historia humana, se ha dado algunas veces un comportamiento menos conforme con el espíritu evangélico, e incluso contrario a él, no obstante siempre se mantuvo la doctrina de la Iglesia de que nadie debe ser forzado a abrazar la fe» (DH 12). Perdonar mutuamente el pasado y mirar hacia el futuro, era el consejo explícito de Pablo VI a los observa– dores delegados e invitados del Concilio (17-X-1963). Francisco tenía razón. El hombre no es un leproso del que hay que apartarse ni un musulmán al que hay que eliminar incluso con las armas. El hombre es, nada más y nada menos, esto: sencillamente un hombre. Y así, con su grandeza y con su miseria, lo ha amado Francisco. Esta es la palabra exacta: amor de hermano y servicio de hermano menor. Basta un mínimo de coherencia cristiana. «El misterio del hombre -dice el Concilio, y es la tesis central de la Redemptor hominis- sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado.» Por eso «el que sigue a Cristo, hombre perfecto, se hace también más hombre» (GS 22, 38, 41, 45; RH 8, 11, 13, etc.). El ejemplo de Francisco, en su dimensión humana 66 Cf. AG 11-12; NA 2; GS 43; EN 21; RH 11-12; 1 R 16; P. DE ANASAGASTI: Francisco de Asís busca al hombre. Vocación y metodología misioneras francis– canas, Bilbao 1964, pág. 147s.

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