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EL HOMBRE DE HOY EN EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA 99 los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar de la medicina de la misericordia más que de la severidad. Piensa que hay que remediar a los necesitados mostrán– doles la validez de su doctrina sagrada más que condenándolos.» 64 «Es cosa noble estar dispuestos a comprender a todo hombre, a ana– lizar todo sistema, a dar razón a todo lo que es justo» (RH 6). Noble y cristiano, incluso tratándose a veces de las mismas verdades religiosas, conscientes de que el Espíritu del Señor «actúa también más allá de los confines visibles del Cuerpo Místico» (RH 6, 18). No es posible omitir aquí un hecho de familia, de valor incalculable como modelo de denuncia evangélica, mezcla de fe, de amor y de mino– ridad de un hombre, hijo fidelísimo de la Iglesia y auténtico profeta de los nuevos tiempos: el gesto original de Francisco ante el fenómeno de las Cruzadas. Francisco nace y vive en un período de movilización general de·la Cristiandad, comprometida, obediente a la voz del Papa, en «guerrear la guerra del Señor... para vengar el insulto hecho a Cristo, expulsado de su patria por los sarracenos ... , gente pésima, que arde en deseos de beber la sangre de Jos cristianos ... », como se expresaba Inocencio III inaugurando el IV Concilio de Letrán (1215). Francisco ama a la Iglesia y al Papa, al que promete obediencia y reverencia (1 R 1; 2 R 1 y 12). Francisco conoce la gran angustia del Papa. Francisco había soñado en su juventud encontrar la gloria enrolándose como caballero a las órdenes de Gualterio de Brienne (cf. LM 1, 3; 1 Cel 4; TC 5). Francisco es testigo del celo de tantos monjes, clérigos, teólogos y nobles, empeñados en justificar y promover la pastoral de la violencia protagonizada por los cruzados, que tratan, a las órdenes del propio Legado papal, de rescatar con las armas un trozo de tierra denominada santa.ó 5 Francisco recuerda, sin duda, figuras extraoPdinarias, como Pedro el Venerable o san Ber– nardo, el gran agitador de masas en Europa, el hombre, al decir del cronista, «de ojos de paloma y de mirada de ángel», el apóstol de la conciencia cristiana medieval, belicosa y unida en una guerra santa contra los «pérfidos y pésimos enemigos de la· cruz de Cristo», para el que matar a un musulmán no es un homicidio, sino un malicidio. ¿ Qué hace Francisco en medio de este clima de sentimientos guerreros y agresivos, que pasan como auténtico clamor profético y voluntad de Dios? Francisco, con un simple gesto, incomprendido y absurdo a los ojos de todos, se opone al ideal de la Cruzada. Francisco no admite que las palabras de Jesús, recogidas con especial devoción en sus Reglas (1 R 11; 16; 22; 2 R 10; etc.), sean tergiversadas: «Amad a vuestros enemigos. " Discurso del 11-X-1962, en la inauguración del Concilio: AA.S 54 (1%2) 792. " Cf. A. FoRTINI: Gli ultimi crociati, Milán 1935, págs. 8, 11, 12, lo, núms. 12, 13; G. BASETTI-SANI: Actitud profética de Francisco de Asís ante el Islam, en Sel Fran núm. 16 (1977) 93s.; F. DE BEER: Fran9ois, que disait-on de toi?, París 1977, pág. 25s.; N. G. VAN DoORNIK: Francisco de ,4sís, profeta de nuestro tiempo, Santiago de Chile, Cefepal, 1978, pág. 159s.

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