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EL HOMBRE DE HOY EN EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA CJ7 del Vaticano II sobre el hombre, que sintonizan plenamente con la sensi– bilidad y las exigencias más íntimas de nuestro ser de hermanos y de n1enores. Pablo VI dijo en forma lapidaria: «La religión de nuestro Concilio ha sido principalmtmte la caridad.» 59 No basta contemplar los signos de los tiempos, desde la fe, con un corazón decididamente positivo, optimista; hay que asumir ante el hombre una actitud evangélica de respeto y de amor inquebrantables, testimoniando que es sería y creíble la norma cristiana de la caridad. Por eso debe sonarnos como algo tan familiar este criterio del Concilio: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres» (NA 5). Cristo nos ha enseñado que «la ley fundamental de la perfección humana y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor» (GS 38). El punto focal del proyecto evangélico de san Francisco -realizarse como hermanos y ser fermento de fraternidad entre los hombres- encuentra un eco perfecto en tesis fundamentales del Concilio. «Dios ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos.» Para instaurar la fraternidad universal, que responde, como dice la Gaudium et spes, a la altísima vocación del hombre, está abierto a todos el camino de la caridad. 60 La vía de nuestra identificación y autorrealización como hombres y como hermanos es la vía del diálogo, de la comprensión, del servicio, de la gratuidad, de la donación humilde, generosa y concreta del hombre. Con una frase definitiva lo ha dicho el Concilio: «El hombre no puede encontrar su propia plenitud sino a través de la entrega sincera de sí mismo a los demás» (cf. GS 24; cf. Le 17, 33). Una frase que evoca espontáneamente, salvadas las debidas perspectivas, la conocida frase del famoso filósofo judío contemporáneo Martín Buber: «El pan del cielo de la plenitud del ser humano sólo se logra si se lo dan los unos a los otros.» 61 Con razón el Papa actual pone el acento en esa dimensión del cristianismo a fin de que, superando individualismos, aporte su ayuda para que el progreso comporte siempre una madurez espiritual mayor, de suerte que el hombre sea religiosamente más sensible, «más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, " Discurso del 7-XII-1965, en la clausura del Concilio: AAS 58 (1966) 54. 60 GS 3, 12, 24, 38; LG 9; cf. T. MATURA: La fraternidad, realidad humana y signo evangélico, en Sel Fran núm. 15 (1976) 306s.; Declaración del Capítulo General OFM, Madrid 1973: La vocación de la Orden hoy, en Sel Fran núm. 6 (1973) 285s.; M. HUBAUT: Cómo concibió y vivió S. Francisco el anuncio del santo Evangelio, en Sel Fran núm. 22 (1979) 89s. " Ieh und Du, en Das dialogischc Prinzip, Heidelberg, Verlag Lambert Schnei– der 1965 pág. 54. Cf. E. RIVERA DE VENTOSA: Temática fundamental del pensa– niiénto efe Martín Buber, en Naturaleza y Gracia 15 (1968) 10s.; IDEM: Visión del hombre en S. Francisco y la antropología actual, en AA.VV .: San Francisco, ayer y hoy, Madrid, Ed. Cisneros, 1977, pág. 87.

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