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96 F. IGLESIAS humano que Cristo no haya respetado, sublimado y redimido ... El pre– sente Concilio está caracterizado por el amor, por el amor más amplio y urgente. Este amor es el que nos sostiene ahora, porque al tender nuestra mirada sobre la vida humana contemporánea deberíamos estar espantados más bien que alentados, afligidos más bien que regocijados, dispuestos a la defensa y a la condena más bien que a la confianza y a la amistad.» 56 Sólo es posible ofrecer una respuesta válida a la incógnita y al drama comenzando por aceptarlo positivamente. Aunque tantas cosas puedan espantarnos y afligirnos y nos inviten al rechazo y la condena. También a Francisco le causaban náusea los leprosos, pero, acercándose a ellos y usando misericordia con ellos, descubrió a Dios y comprendió al hombre. «La Iglesia, dice el Papa actual, tratando de mirar al hombre con los ojos de Cristo mismo, se hace cada vez más consciente de ser la custodia de un gran tesoro»; y por eso debe servirlo comenzando por «aceptarlo con una fe cada vez más consciente y con un amor cada vez más firme» (RH 18). . Es decisiva esta actitud de fondo, evangélicamente positiva, para que los hombres entiendan nuestro lenguaje y encuentren 1uz para penetrar las cuestiones fundamentales que hoy como ayer íntimamente les con– mueven. Por eso es tan confortante y significativo para nosotros releer hoy, a la luz de los signos de la Iglesia de nuestro tiempo, ciertas páginas fami– liares de hace ocho siglos. Inocencio III, entonces Cardenal Lotario, escribía melancólicamente: «Ahora ya han llegado a la decrepitud los dos mundos; y cuanto más envejecen tanto más se deteriora el ser de ambos.» s; Después de bastantes siglos de envejecimiento, es aleccionador constatar que el Papa y el Concilio Vaticano II miran con inmensa simpatía y con cristiano optimismo al mundo y al hombre... Sin olvidar que la cruz está siempre en el centro de nuestra fe, la Iglesia ha presentado «un cristia– nismo confortante y positivo, un cristianismo amigo de la vida, de los hombres, de los valores terrenos, de nuestra sociedad y de nuestra histo– ria... un cristianismo indulgente y abierto, desprovisto de todo rigorismo medieval y de toda interpretación pesimista del hombre, de sus costum– bres, de su evolución y de sus exigencias ... ». 58 He aquí un importante signo de la antropología de la Iglesia actual, fácil de leer en clave franciscana. 2. EL HOMBRE Y «LA CIVILIZACIÓN DEL AllIOR» Bajo este epígrafe, que recoge el slogan consagrado por Pablo VI a partir del año santo de 1975, cabe resumir una serie de tesis de la Iglesia 56 Discurso del 29-IX-1963, en la apertura de la II sesión del Concilio: AAS 55 (1963) 855-856; Discurso en Belén, el 6-I-1964: AAS 56 (1964) 177-178. 57 De contemptu mundi sive de miseriis lzwnanae conditionis, PL 217, XXVIII, col. 715. " PABLO VI: Discurso del 2-IV-1969: AAS 61 (1969) 268.
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