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EL HOMBRE DE HOY EN EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA 95 las mentalidades y de los corazones que garantice la dimensión moral, religiosa y verdaderamente humana del progreso (cf. RH 1; 16, 18, etc.); que el Espíritu del Señor y su santa operación están presentes, pese a todos los materialismos de nuestro tiempo, en esta «época parti– cularmente hambrienta de Espíritu», porque ansiosa de justicia, de paz, de amor, de bondad, de fortaleza, de responsabilidad y de dignidad humana (cf. GS 26; RH 18); - que la realeza y el dominío del hombre sobre las cosas, que le ha asignado como cometido Dios, consisten en la prioridad de la ética sobre la técnica, de la persona sobre las cosas, del espíritu sobre la materia, es decir, en la experiencia de ser evangélicamente libres (cf RH 15, 16, 21); - que el auténtico progreso está. antes que en el simple cambio de sistemas y de estructuras, en el cambio de hombre; es más, hoy podemos decir que «por primera vez en la historia, la supervivencia física de la especie humana depende de la transformación radical del corazón del hombre»; 54 que el mundo, este mundo nuestro de hoy, amado como tal por el Padre en su Hijo Jesús, es un bien que tiene su fuente en la Sabi– duría y en el Amor de Dios y, por lo mismo, tiene sentido y merece un gesto positivo de estima y de empeño por nuestra parte (cf. RH 8, 9; PO 22). Así, fieles a una correcta teología de la encarnación y de las realidades terrenas, sin necesidad de evasiones a la teología del desierto, coherentes con la voluntad de san Francisco, que ha querido que viviéramos «en medio de los hombres», contribuiremos a crear en torno nuestro lo que los antiguos eremitas buscaban en la soledad: un ambiente en el que «sea más puro el aire, más accesible el cielo y más cercano a Dios». 55 Pablo VI, en repetidas ocasiones, subrayando tesis fundamentales del Concilio, hizo profesiones de cordial aceptación y comprensión del hombre de hoy; una decidida visión optimista, desde la fe y la caridad cristianas, como condición indispensable para responder a los interrogantes del hom– bre y servir positivamente al nuevo humanismo que está naciendo. «Mira– mos a nuestro tiempo y sus variadas y opuestas manifestaciones con inmensa simpatía, con profunda comprensión, con sincera admiración y con sincero propósito de servirlo ... El cristianismo no se siente extraño al mundo, como quiera que se le presente o reaccione ... No hay valor " ERIC!l FROMM: ¿Tener o ser?, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1979, pág. 28. 55 Testimonia minora s. XIII de S. Francisco Assisiensis, ed. E. LmnrnNs, Quaracchi 1926, pág. 21; G. TURBESsI: Ascetismo e monachesimo prebenedettino, Roma, Ed. Studium, 1961, pág. 170; cf. K. EssER: La Regla definitiva de los Hermanos Menores ..., págs. 91-92, 111-112; S. LóPEZ: «Todos vosotros sois her– manos», pág. 128.

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