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94 F. IGLESIAS Por ejemplo, afirmando con nuestro testimonio de franciscanos: - que la vida, aunque riesgo y debilidad, tiene sentido porque es un don del Padre y una invitación a realizar y hacer patente el misterio del amor de Dios a los hombres, y porque el último e inefable mis– terio que envuelve nuestra existencia es Dios, según tesis centrales del Concilio (cf. LG 41; GS 45); - que el hombre, a pesar de su ambivalencia moral, tiene una dignidad y un valor transcendentes específicos: «es en la tierra la única cria– tura que Dios ha querido por sí misma», a él se ha unido en cierto modo Cristo y es el primer camino que la Iglesia recorre en el cumplimiento de su misión, ayudándolo en su continua aspiración a la verdad, al bien, a la belleza, a la justicia y al amor (cf. GS 21, 24, 27, 91...; DH 1, 11; RH 13, 14, 18... ); que el hombre es vestigio, reclamo de Dios e itinerario para ir a :E:l. A nuestros hermanos de hoy que aseguran que se puede vivir en el mundo como si Dios no existiera, el franciscano debe responder según el método pastoral que san Francsico proponía a sus misio– neros: mostrando, con su vida de creyente, que Dios existe y que lo encuentra y sirve de manera privilegiada conociendo y sirviendo al hombre. «Para conocer a Dios es necesario conocer al hombre»; 53 - que el pecado, el dolor y la hermana muerte tienen sentido porque los ha vencido Cristo v son una llamada a la humildad, a la perfecta alegría y a la esperañza (cf. GS 18; Cánt 12; VerAl); - que el camino para la verdadera felicidad y serenidad es el amor -quien siente temor no está realizado en el amor, dice el apóstol, y viene a repetir san Francisco-: el amor evangélico, que libera y conforta cuando se expresa en actitud servicial y bondadosa, de generosa donación, con todos (cf. 1 Jn 4, 18; Adm 27; RH 21; Gál 5, 13; 1 Pe 2, 16); - que el trabajo y la fatiga tienen sentido porque los ha experimen– tado Cristo y son una gracia de perfeccionamiento personal y de edificación del mundo hacia una humanidad mejor (cf. GS 34, 35, 37; LG 41; 1 R 7; 2 R S); - que la humildad, la sencillez y la paz tienen sentido porque son un fruto del Espíritu del Señor, que lleva siempre al equilibrio, a la comprensión, a la mansedumbre, al perdón, a la paciencia, a la plena confianza del hombre pobre y libre según el Evangelio (cf. Gál 5, 22-23; Adm 12, 13, 14, 18, 22, 27; 1 R 5; 11; 2 R 3); - que en el místerio de Cristo, «centro del cosmos y de la historia», «está inscrito el problema del hombre con una fuerza especial de verdad y de amor», capaz de promover la auténtica conversión de 53 PABLO VI: Discurso del 7-XII-1965, en la clausura del Concilio: AAS 58 (1966) 59; cf. 1 R 16.

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