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EL HOMBRE DE HOY EN EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA 93 es el camino para conseguir la verdadera felicidad? ¿ Cuál es aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y al cual nos dirigimos?... » 4 9 El sesgo dramático de la existencia humana, idea esbozada en los docu– mentos conciliares, ha encontrado una caja de resonancia bien calificada en la Encíclica Redemptor horninis. El tema de la generación amenazada y trágica, víctima de la autoalienación, de la inquietud y del miedo, de la violación de la dignidad y de los derechos fundamentales del hombre, ocupa un puesto rel;vante in el documento programático del pontificado actual. La causa del hombre, manipulado y a la deriva, constituye el objetivo prevalente del servicio eclesial del Papa. 50 Recordemos, de pasada, el tono vital diferente de un Juan XXIII, que disentía de ciertos profetas ele calamiclacles, prefiriendo reconocer «en el presente orden de cosas, en el cual parece apreciarse un nuevo tipo de relaciones humanas, los arcanos designios de la Providencia Divina que hace que todo, incluso las fragilidades humanas, redunden en bien... ». 51 Y aquella otra confesión, tan franciscana, del testamento espiritual de Pablo VI: «Todo es don, todo es gracia... Esta vida mortal es, no obstante sus aflicciones, sus oscuros misterios, sus sufrimientos, su fatal caducidad, un hecho bellísimo, un prodigio siempre original y conmovedor, un acon– tecimiento digno de ser cantado en gozo y exaltación, y de feliz asombro el cuadro que rodea la vida del hombre: este mundo inmenso, misterioso, magnífico, este universo de las mil fuerzas, de las mil leyes, de las mil bellezas, de las mil profundidades. Es un panorama encantador. Parece prodigalidad sin medida. Asalta, en esta mirada retrospectiva, la amargura de no haber admirado suficientemente este cuadro, de no haber observado cuanto merecían ias maravillas de la naturaleza, las sorprendentes rique– zas del macrocosmos y del microcosmos ... Detrás de la vida, detrás de la naturaleza, del universo, está la Sabiduría; y después ... está el Amor.» 52 ¡Resultaría tan fácil evocar aquí, con este telón de fondo, las ópticas de Inocencia III y de Francisco... ! En todo caso, comprometidos a encar– nar las intenciones evangélicas de Francisco, el curso de la historia pre– sente es un desafío también para nosotros que nos obliga a responder. Y más que con teorías, con hechos -plus exemplo quam verbo-, tradu– ciendo en nuestra propia vida, humana y evangélicamente adulta, ciertos valores fundamentales de nuestro humanismo franciscano. Sin apenas esfuerzo alguno, dada nuestra visión de Dios, del hombre y del mundo, y fieles a nuestra peculiar manera de ser hombres, sabremos vibrar ante esos enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer nos interpelan, y ofrecer una clave de lectura y de respuesta. " GS 10; NA 1; cf. GS 3, 4, 11, 12, 33, 41.., '° Cf. RH 8, 15, 16, 17; AAS 71 (1979) 845; Alocución al «Angelus», 11-III-1979, en L'Osservatore Romano, 12-13-III-1979, pág. l. 51 Discurso del 11-X-1962, en la inauguración dd Concilio: AAS 54 (1962) 789. " Pensiero alla morte... (sin pág.).
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