BCCCAP00000000000000000001436

REFLEXIONES SOBRE Et TESTAMENTO 9 con misericordia a los leprosos, rompe su sensación superficial de asco -«lo que me parecía amargo»-, haciéndole descubrir en su interior aquello que da sentido a su vida y que describe como dulzura de alma y cuerpo. La experiencia de los leprosos no es una consecuencia de su encuentro con el Señor, sd.no que es el sacramento por el que se le hace presente. Tan seguro está de ello que a los primeros compañeros les exigirá que su «comenzar a hacer penitencia» se realice con el servicio a los leprosos, para asegurar la presencia y el encuentro con el Señor (EP 44). La Regla I todavía conserva en el capítulo 9 este particular, animando a los hermanos cuando viven entre personas viles y despreciables, entre pobres y débiles, enfermos, leprosos y los mendigos que piden junto a los caminos, que traten de hacerlo con alegría. Su permanencia entre ellos debía ser bastante estable puesto que en la misma Regla se habla de la no conveniencia de pedir limosna en metálico para sus propias casas o lugares. Sin embargo, los hermanos, en necesidad manifiesta- de los leprosos, pueden pedir limosna para ellos (1 R 8, 8-10). Los biógrafos traen también, interpretándolo, este encuentro con los leprosos como principio de su conversión. Celano nos dice en su Vida I que Francisco se fue a los leprosos y permaneció con ellos, sirvaéndoles en todas las necesidades por amor de Dios, lavando sus cuerpos en des– composición y detergendo sus llagas, como él mismo manifiesta en su Testamento: «Porque mientras estaba en pecados me era demasiado mo– lesto ver los leprosos, y el Señor me condujo entre ellos y usé de miseri– cordia con ellos.» Tanto le molestaba antes, como solía decir, la vista de los leprosos que, viviendo todavía vanamente, cuando advertía sus hospicios a dos millas de distancia se tapaba las narices con las manos. Pero cuando, por gracia y virtud del Altísimo, comenzó a tener santos y saludables pensa– mientos, estando en el mundo, un día encontró a un leproso y, haciéndose violencia a sí mismo, se le acercó y lo besó (1 Cel 17). Este episodio del leproso es repetido otra vez en la Vida II, pero más elaborado. El encuentro está cargado de simbolismo. El gesto de besar al leproso es una prueba de amor al Señor que Francisco hace, no obstante su repugnancia, por no transgredir el mandamiento del Señor ni violar el juramento prestado. Como recompensa está la presencia de Cristo en el leproso que desaparece inmediatamente y la sensación de encontrar dul– zura en las cosas amargas (2 Cel 9). 1 La Leyenda de los Tres Compañeros hace también referencia a este particular del Testamento, pero el encuentro con los leprosos, al igual que en la Vida II, obedece a una exigencia del Señor para purificarle de todo amor carnal y así poder conocer su voluntad (TC 11). En la Leyenda Mayor de S. Buenaventura el encuentro con el leproso es una consecuencia de la aparición del Señor crucificado. Si antes, el sólo mirarlos de lejos le estremecía de horror, después, por amor a Cristo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz