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6 J. MICÓ próximo ya a la muerte, siente nostalgia del pasado y trata de agarrarse a la vida para escapar al fin que siente ya inminente. Pero en el conjunto del escrito no desempeña esta función. El «recuerdo» de su itinerario espiritual es una confesión de que la Fraternidad ha sido obra de Dios, a la que él ha colaborado dentro de sus posibilidades. Por eso, trata de presencializarlo como el último gesto de su fidelidad y el punto de refe– rencia en que la Fraternidad debe mirarse. Otras veces ha confesado su fragilidad ante el proyecto que el Señor le había concedido, acusándose, especialmente, de no haber guardado la Regla que prometió al Señor ni haber dicho el Oficio como manda la Regla, ya por negligencia o por su enfermedad, ya por ser ignorante y sin cultura (CtaO 38s.); ahora proclama su humilde cumplimiento, no por subrayar su propio esfuerzo, sino para resaltar la misericordia de Dios presente en todo su camino. Toda esta narración es un acto de fe en el plan de Dios al que Francisco trata de confiarse, ayudando, al mismo tiempo, a sus hermanos a reconocerlo como tal y secundarlo con todas sus fuerzas. l. Así me concedió el Señor a mí, ei hermano Francisco, que comenzara a hacer penitencia: Cuando estaba en pecados me era insoportable ver leprosos. Y el mismo Señor me llevó entre ellos, y yo los traté con misericordia. Y, cuando me aparté de ellos, aquello que me parecía amargo se convirtió para mí en dulzura espiritual y corporal. Y después me detuve un poco y abandoné el mundo (Test 1-3). En este fragmento Francisco se presenta como un «convertido». Por un lado está su vida «en pecados» y por otro el abandono «del mundo». En medio, la intervención graciosa del Señor que le transforma. CUANDO ESTABA EN PECADOS Esta escueta referencia a su «estar en pecados» es ilustrada y ampliada por los biógrnfos, sobre todo Celano. 1 La Vida I está pensada como una vida de convertido, es decir, de un santo que no nace así, sino que se hace; por ello, trata de enmarcar su infancia y juventud dentro de la teoría de una educación corrompida y corruptora. Francisco es pecador porque así le han educado y porque para ser un gran santo convertido necesitaba haber sido antes un gran pecador. Celano comienza la Vida del Santo afirmando, sin más, que ya desde el principio de su vida fue mal educado por sus propios padres, según la vanidad del mundo, imitando la vida y costumbres de sus coetáneos hasta hacerse aún más frívolo y vanaglorioso que ellos (1 Cel 2). ¿En qué consistió, pues, la vida en pecados de Francisco? Celano pre– senta su conversión en dos etapas. La enfermedad lo curará de su sensua– lidad, y la visión de las armas purificará su deseo de gloria. Sensualidad 1 Cf. F. DE BEER: La conversion de Saint Franr;ois selon Thomas de Celano, París 1963.
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