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REFLÉXIONÉS SOBRÉ ¡EL TESTAMENTO 5 A estas soluciones, más o menos matizadas, habría que añadir una ter– cera que, a mi modo de ver, explica mejor la fuerte actitud de Francisco. Ya no es un misterio para nadie la reverente y progresiva marginación que sufrió el Santo a medida que se organizaba la Orden. Sobre todo en sus últimos años, y debido en parte a su enfermedad, contemplaba la evolución negociada por la Curia y los Ministros «intelectuales» como algo que se le había escapado de las manos y era ya incapaz de controlar. En su última enfermedad, F,rancisco estuvo siempre atendido por sus compañeros, conocidos por su actitud de reserva frente a toda evolución, lo cual supone que las noticias llegadas a sus oídos, y por tanto la imagen que Francisco se iba formando sobre la situación de la Fraternidad, estaban filtradas y condicionadas por dichos criterios. Además, sabemos que Francisco no redactaba sus propios escritos, sino que los confiaba a un secretario, dictándole en lengua vulgar. Sin sospechar de la füdelidad y sinceridad del secretario que redactó el Testamento, seguramente del círculo de sus compañeros, es muy probable que, tanto por su influencia sobre el Santo como por el hecho de transcribir al latín sus ideas, esto se reflejara en el escrito. Que el Testamento no representa el pensar de la mayoría de los Minis– tros y Curiales empeñados en la organización de la Orden lo demuestra el hecho de que cuatro años más tarde, en 1230 y con la bula «Quo elon– gati», Gregario IX -conocedor, según decía, del pensar de Francisco por haber sido su amigo y confidente- aclaraba que el Testamento no tenía fuerza legal, quedando así relegado a un simple documento espiritual, utilizado posteriormente por los Espirituales como arma arrojadiza contra el modo de vivir de la Comunidad. La mentalidad legalista que ha caracterizado ,durante mucho tiempo a la Iglesia, y por tanto a la Orden, impidió hasta hace pocos años ver el carisma de Francisco en otros textos que no fuera la Regla bulada, priván– donos así de una visión más completa y acoride con la experiencia del Santo. Actualmente se ha superado eso y podemos contemplar con una óptica más amplia la personalidad espiritual de Francisco, a cuyo esclare– cimiento ayuda, de forma especial, el Testamento que vamos a comentar. Los distintos fragmentos del escrito los hemos agrupado en tres capí– tulos, por creer que es su división lógica, aunque sepamos que el docu– mento lo hace de una tirada, como era habitual en Francisco. l. «EL SElS!:OR ME CONCEDIÓ... » Esta primera sección del Testamento es la descripción del progresivo avance de su vocación hasta los orígenes de la Fraterntdad. En él abundan los pretéritos, mezclados con algún presente, para indicar la fidelidad de Dios que no solamente se le mostró sino que le sigue acompañando. Este bloque de recuerdos podría parecer lógico en un hombre que,

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