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REFLEXIONES SOBRE EL TESTAMENTO 39 miento itinerante, como era el franciscano, la protección integradora del monasterio tenía que sustituirse por unas relaciones personales profundas y seguras. Estas relaciones interfraternas se desarrollaron de acuerdo con la evolución de la Fraternidad. De ahí que cambie, también, la actitud de Francisco respecto a la obediencia. Vamos a tomar, como punto referencial, algunos textos donde aparecen distintas visiones de la obediencia, según el contexto al que se aplican. En la 1 Regla, y al hablar de las relaciones entre los ministros y los otros hermanos, dice que todos deben obedecer diligentemente a los mi– nistros en aquellas cosas que miran a la salud del alma y no son contrarias a nuestra vida (1 R 4, 3). La obediencia, en este caso, está bien delimitada, y la responsabilidad de su cumplimiento recae, en último término, sobre el mismo individuo, pues en el capítulo siguiente añade que, si algún ministro mandare alguna cosa a los hermanos contra nuestra vida o su alma, no están obligados a obedecer; más aún, deberán vigilar a los supe– riores para que vivan «espiritualmente», y en caso de no obrar así, des– pués de tres amonestaciones, tendrán que acusarlos al ministro general en el capítulo (1 R 5, 4). Este texto denota la vivencia, todavía, de unas estructuras libres, en que se responsabiliza al individuo de su propia vocación. La Admonición 3 limita un poco más este servicio a la unidad que es la obediencia. El campo obediencia! abarca todo lo bueno que no sea contrario a la voluntad del ministro, pero en casos opinables deberá obe– decerle caritativamente. Sin embargo, la obediencia no se agota en el cumplimiento de lo mandado. Aunque existan razones serias para no obe– decer materialmente, perdura todavía la obligación de mantener la unidad, no separándose del grupo y afrontando las dolorosas consecuencias que tal situación pueda traer consigo, ya que un signo de que se permanece en la obediencia es «el dar la vida por los hermanos» (Adm 3, 1-9). El contexto es de una mayor reducción del ámbito obediencia! por motivos de organización, aunque manteniendo todavía un concepto de obediencia más extenso que el simple cumplimiento de lo mandado. En la Carta a toda la Orden ruega al ministro general que haga observar inviolablemente la Regla por todos: «Yo, pues, prometo guardar estas cosas firmemente... y se las confiaré a los hermanos que están conmigo, para que las guarden... » (CtaO 43). Aquí la obediencia aparece en una óptica distinta. Ya no se confía tanto en la responsabilidad personal cuanto en la fuerza del superior. Podríamos creer que la experiencia ha enseñado que la buena voluntad no era suficiente para articular una Fraternidad de criterios tan dispares. En este ambiente hay que colocar el deseo de Francisco de obedecer al General y al guardián que quisiera darle. El crecimiento extraordinario de la Fraternidad, sin una Regla que detalle minuciosamente su comportamiento, creaba, indudablemente, pro– blemas de orden práctico. Por ello se creyó que la forma de organizar
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