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30 J. MICÓ que, en su formulación concreta -el Señor te dé la paz- la toma de la bendición aaronítica (Núm 6, 24-26); bendición que conocería, segura– mente, por el ceremonial de ordenaciones propio de la corte papal, y que escribió a Fr. León. Este saludo se relaciona también con el empleado en las dos Reglas para los frailes que van por el mundo: Paz en esta casa (1 R 14, 2; 2 R 3, 13), y que está tomado del saludo propuesto por Jesús a los 72 discí– pulos al enviarlos a misionar (Le 10, 5). En algunas de sus cartas comienza también deseando «salud y paz» (CtaL 1; CtaA 1). Pero Francisco sabe que para ser «deseador de paz» hay que ser antes pacífico. Así advierte en una de sus Admoniciones que los pacíficos tienen que ser dichosos, aclarando, sin embargo, que son verda– deramente pacíficos los que, a pesar de todo lo que padecen en este mundo, conservan la paz en el cuerpo y en el alma por amor de Jesucristo (Adm 15). 16 Los Tres Compañeros traen un relato referente a este saludo: Como Francisco aseguraba más tarde, el Señor le reveló este saludo: «El Señor te dé la paz.» En el exordio de todos sus sermones, siempre que predicaba, hacía la salutación al pueblo anunciándole la paz. Para explicar este saludo y darle un sentido profético, los Tr.es Compañeros recurren a la aparición por Asís de un hombre misterioso que saludaba a todos: « ¡Paz y bien! ¡Paz y bien!», y que desapareció una vez Francisco se hubo convertido (TC 26). El Espejo de Perfección nos ofrece también la costumbre de saludar que tenía el Santo: De igual modo le reveló el Señor la manera de saludar que debían emplear los frailes, como el Santo lo hizo escribir en su Testa– mento: «El Señor me reveló que ai saludar a los demás debía decir: "El Señor te dé la paz."» En los orígenes de la Orden, iba una vez de viaje en compañía de uno de sus primeros compañeros que saludaba a cuantos hombres y mujeres encontraba en el camino o en los campos: « ¡El Señor os dé la paz!» Y como la gente no estaba acostumbrada a oír esta clase de saludos de los demás religiosos, se extrañaba. Algunos incluso le res– pondían enfadados, ¿qué significa este modo de saludarnos? Por ello se avergonzó el fraile y rogaba a Francisco le permitiera usar otro saludo (EP 26). Celano, en su Vida I, repite, más o menos, la misma anécdota, aña– diendo que, debido a este saludo, much.os que rechazaban la paz y la salvación, con la ayuda de Dios, abrazaron la paz de todo corazón y se convirtieron en hijos de la paz y deseosos de salvación (1 Cel 23). La entrada en la Fraternidad suponía, automáticamente, ponerse al servicio de la paz (1 Cel 24), que en la predicación itinerante del Santo 16 Cf. la exposición que de esta Admonición hace K. EssER en Sel Fran nú– mero 11 (1975) 210-215.
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