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REFLEXIONES SOBRE EL TESTAMENTO 29 medio ordinario de servicio a la Fraternidad y a los hombres. Ya no cabe la excusa del «no saber» para evadir esta ocupación; los que no saben, que aprendan. El trabajo no tiene aquí como función principal la adquisición de lo necesario para la subsistencia, sino el buen ejemplo y el evitar la ocio– sidad. Desde luego que se cuenta con él para vivir, pero su objetivo pri– mero no es el jornal, sino el testimonio, hasta el punto de que si no les dieran el precio del trabajo, no tienen por ello que dejar de trabajar, sino recurrir libremente a la mesa del Señor, es decir, a la limosna de puerta en puerta. En la J Regla se permite, a cuenta del trabajo, recibir todo lo necesario, excepto dínero. Pero hay trabajos, como el servicio a los enfermos y lepro– sos, que no admite remuneración. En este caso, y en otros en que el trabajo no cubre lo necesario, recurren a la limosna (1 R 7, 7. 8). La 2 Regla disocia el trabajo dt! la limosna. Como paga del trabajo reciben para sí y sus hermanos las cosas necesarias para el cuerpo, excepto dinero (2 R 5, 3). Pero todos sabemos que entonces el trabajo manual era privativo de unos pocos, lo cual no podía ser nunca suficiente, aunque se pagara, para mantener a todos los frailes. La limosna se impone, pues, como algo normal para satisfacer, no la necesidad producida por el trabajo sin remuneración, sino la necesidad creada por la dedicación al ministerio. Algunos franciscanólogos han lle– gado a afirmar que con esta Regla la Fraternidad se convierte en Orden Mendicante. Y de hecho así lo han visto los biógrafos. El Testamento intenta volver al concepto primitivo, revalorizando el trabajo manual y dejando la limosna como suplencia. Pero ya era dema– siado tarde para que la Orden pudiese volver a esquemas considerados como primitivos. 14 6. El Señor me reveló que dijésemos este saludo: El Señor te dé la paz (Test 23). El saludo de paz que ofrece Francisco no es un mero saludo de cortesía social. l!l le da un contenido profundo hasta el punto de convertirlo en símbolo de su mayor deseo y de su dedicación: La pacificación. 15 El ambiente social de guerras y rencores que Francisco conoce por experiencia podían haber motivado este deseo empeñativo de paz. Sin embargo, el sentido que le da el Santo es, principalmente, religioso. Por de pronto, lo considera como una «revelación» del Señor. La paz que desea Francisco es la paz con que saluda Cristo resucitado a los apóstoles y 14 Cf. T. MATURA: Trabajo y vida en fraternidad, en Sel Fran núm. 20 (1978) 211-219. V. MATEOS: El trabajo y la primitiva experiencia franciscana, en Sel Fran núm. 25-26 (1980) 183-190. '' Cf. O. ScHMUCKI: S. Francisco, mensajero de paz en su tiempo, en Sel Fran núm. 22 (1979) 133-145.
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