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REFLEXIONES sosaa EL TESTAMENTO i3 y a él se la confirma el papa. Este convencimiento de ser el instrumento de realización de la Fraternidad es lo que le hará defender con tesón, hasta el último momento, su idea de que la norma de vida para el grupo debe ser la forma del santo Evangelio. La afirmación tan categórica de que nadie le enseñaba lo que debía hacer, ¿se refiere a la maduración personal y en solitario de su proyecto o a la violencia de algún sector que pretendía disuadirle de la dirección emprendida y hacerle entrar por los cauces tradicionales de vida religiosa? Indudablemente, por revelación Francisco no entiende aquí la comu– nicación directa de la voluntad del Señor, sino su percepción a través de mediaciones. En este sentido hablan los Tres Compañeros cuando pre– sentan a Francisco consultando la Escritura. 10 Tal es así que inmediata– mente deduce y manifiesta a los dos primeros compañeros: «Hermanos, esta es nuestra vida y regla y la de todos cuantos quisieren unirse a nu_estra Fraternidad.» Desde aquel momento, sigue narrando la Leyenda, «vivieron en compañía de Francisco según la forma del santo Evangelio que Dios les había manifestado. Por eso Francisco dijo en su Testamento: "El mis– mo Señor me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio"» (TC 29). Igualmente, buscó la voluntad del Señor en el consejo de personas competentes y santas (LM 12, 2). El grito de «nadie me enseñaba lo que debía hacer» se refiere, por tanto, a los que presionaban por convertir la Fraternidad en una de tantas Ordenes con estructuras tradicionales. Los biógrafos dejan entrever que, ya al principio, algunos cardenales de la Curia no veían factible el propó– sito de Francisco, aconsejándole alguna de las Reglas antiguas (1 Cel 33; LM 3, 9; 11C 49). Pero hay otro grupo, el de los intelectuales, que hará fuerza por organizar la Fraternidad de acuerdo con las leyes tradicionales de vida religiosa (LP 18; EP 68). El enfrentamiento del Santo con esa otra forma de ver y entender la Fraternidad, forma compartida también por la Curia, es evidente. El que Francisco no proteste formalmente, no excluye que hubiera cierta tensión, pero esto lo veremos más adelante. El ideal religioso de los movimientos de los siglos XI y XII se concreta en la vivencia del Evangelio según la forma apostólica. La irrupción de predicadores itinerantes, anunciando el Evangelio en clave pauperística, hizo surgir un gran número de grupos religiosos, cuyas aspiraciones se cifraban en vivir apostólicamente. Las Ordenes monásticas, ahora en crisis, habían mantenido su derecho exclusivo de calificar su género de vida como apostólico. La toma de conciencia, por parte de estos nuevos grupos, de que la vida evangélica no podía ser monopolio de los monjes, sino que les pertenecía también a ellos, creó un nuevo modo de entender la vida apostólica. Las coordenadas en que se desarrolla serán la predicación 1 ° Cf. T. DEsBONNETS: Francisco de Asís consultando el Evangelio, en Sel Fran núm. 25-26 (1980) 151-162.

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