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REFLEXIONES SOBRE EL TESTAMENTO 17 dado y solicitud especial, aconsejando, incluso, a los clérigos y sacerdotes que procurasen conservar la eucaristía en sitios muy limpios y decentes ... Y aun cuando esta amonestación no se incluyó en la Regla, por no parecer bien a los Ministros que los frailes la considerasen como un verdadero mandato, no obstante quiso que estos deseos llegaran a conocimiento de todos sus frailes, dejando consignado en su Testamento y en otros escritos este deseo suyo. Más todavía; en cierta ocasión envió a varios frailes con copones para que colocasen en ellos la santa eucaristía, si la encontraban depositada en lugares menos decentes (EP 65; cf. 2 Cel 201). Para comprender este texto del Testamento hay que tener en cuenta el contexto en el que se escribe. Durante la Edad Media, el Santísimo reser– vado se usaba solamente para el viático, puesto que no existía la costumbre de comulgar fuera de la misa; por ello, bastaban unas cuantas formas guardadas en un cofre encima del altar. En el siglo XII aparece la costum– bre de guardar el Santísimo en una especie de «paloma» suspendida del techo, y en las iglesias rurales descuidadas llegaba hasta pudrirse la cuerda y caer al suelo. En el siglo XIII se guardaba en un armario próximo al altar. Como no se utilizaba sino de tarde en tarde, cuando había algún moribundo, sobre todo en las iglesias pequeñas, cabía la posibilidad de tenerlo de cualquier forma. Los concilios daban normas sobre el modo de conservar y llevar la eucaristía a los enfermos y moribundos. Así, los de York y Westminster, celebrados en 1195 y 1199 respectivamente, ordenan que la santa hostia sea guardada en un «vaso» adecuado y decente. Igualmente, y con el fin de cortar semejantes abusos, Honorio III escribía en 1219 una carta, «Sane cum olim», diciendo que si en otro tiempo el maná, como prefiguración del cuerpo de Cristo, era colocado dentro de una copa de oro en el arca de la alianza, y guardada ésta en el «sancta sanctorun1» con el fin de mantenerla en un lugar limpio y vene– rable, ahora debemos dolernos y entristecernos porque en muchas pro– vincias los sacerdotes, despreciando las sanciones canónicas e incluso el juicio divino, guardan la sagrada eucaristía sin precaución, tratándola sin la debida limpieza ni devoción... Por eso manda a los sacerdotes que la eucaristía, colocada con honor, sea guardada devota y fielmente en un lugar especial, limpio y cerrado con llave. La admonición papal de guardar la eucaristía en «lugares especiales» es tomada por Francisco en varios de sus escritos. En la Carta a los clé– rigos les amonesta para que, considerando la conducta de algunos sacer– dotes que abandonan el sacramento en lugares viles, en cualquier lugar donde estuviese el santísimo cuerpo del Señor nuestro Jesucristo abando– nado y colocado ilícitamente, sea tomado de allí para ponerlo y guardarlo en otro lugar «precioso» (CtaCle 1-11). Francisco interpreta fielmente el pasaje papal del maná «colocado en copa de oro», en un lugar especial dentro del arca de la alianza cubierta de oro, cuando escribe: en un lugar «precioso». Tanto el copón como el sagrario eran, efectivamente, objetos de elevado precio para una Fraternidad de pobres. Sin embargo, Francisco no sólo permite sino que obliga a realizar esta única excepción por amor al sacramento.

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