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12 J. MICÓ Sin entrar en la historicidad de la locución del Cristo de S. Damián, revela, por lo menos, una preferencia inicial de Francisco hacia la Pasión del Señor. La oración de que se sirve para expresar su fe en las iglesias es del Oficio de la Exaltación de la Santa Cruz que dice: «Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque redimiste al mundo por tu santa cruz.» Francisco intercala «y en todas las iglesias que hay en todo el mundo», añadiendo, además, «Señor Jesús» a la exclamación Cristo. Otro detalle curioso es que a la conjunción inicial «y», por ser copulativa, parece que le falta el primer miembro. Tanto es así que algunos manuscritos inter– calan un «aquí» para completar el sentido o, como hacen Juan de Espira y S. Buenaventura, suprimen la conjunción. Efectivamente, el sentido del primer miembro se sobreentiende por recitarse la oración en una iglesia determinada. Francisco, al evocar este hecho, tiene presente la iglesia en que recita tal oración y quisiera exten– derla, si ello fuera posible, a todas las iglesias del mundo. Al evocar la fe en las iglesias parece indicar que su presencia debe ser como un reclamo para la oración y bendición al Señor. Esta fue su cos– tumbre y esto es lo que enseñó a sus frailes en los primeros tiempos. Celano dice en su Vida I que al pedirle los hermanos que les enseñase a rezar, ya que todavía no conocían el Oficio divino, les respondió: «Cuando recéis decid: "Padre nuestro" y "Te adoramos, Cristo... "» (1 Cel 45; cf. LM 4, 3). Los Tres Compañeros y el Anónimo de Perusa cambian un poco el motivo de esta oración, que no aparece como respuesta de Francisco a la petición de los hermanos, sino como costumbre ya adquirida: «Cuando encontraban alguna iglesia o cruz, se inclinaban para orar diciendo devota– mente: "Te adoramos ... ".» A continuación añaden un detalle muy significa– tivo: «Creían, en efecto, encontrar siempre un lugar sagrado allí donde se levantaba una iglesia o una cruz» (TC 37; AP 19). El gesto de acentuar su fe en las iglesias y la cruz como signo de la presencia del Señor, podía estar motivado por la reacción contra algunos grupos de herejes que despreciaban tales símbolos. La reacción contra los sacerdotes simoníacos o concubinarios había llevado a los más exaltados a despreciarlos, hasta el punto de no querer compartir la iglesia para orar donde se encontrase uno de estos sacerdotes. Francisco, no solamente actuó contra esta exageración con su modo de comportarse, sino que lo inculcó en los demás. En la Carta a todos los fieles les advierte que deben también visitar con frecuencia las iglesias (2CtaF 33). Iglesia y cruz serán los símbolos que acompañarán la evolución espiri– tual de Francisco hasta convertirse en la expresión madura de su fe. 3 a. Después me dio el Señor y sigue dándome tanta fe en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia romana a causa de su ordenación, que si me persiguieren quiero recurrir a ellos. Y si tuviera tanta sabiduria como Salomón y me encontrase con los pobre-

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