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REFLEXIONES SOBRE EL TESTAMENTO 11 Por eso, la frase «salí del siglo» no indica necesariamente ni que Fran– cisco entrara en algún monasterio, ni siquiera que formara parte del «Ordo Paenitentium», como algunos insinúan para explicar el privilegio de fuero eclesiástico de que goza Francisco al ser citado por su padre ante los tribunales. Efectivamente, la opción de Francisco fue penitencial y los primeros compañeros se autodefinen como «Penitentes de Asís». Pero la única forma de hacer penitencia no era entrando en la Orden de los Penitentes, sino que se podía hacer penitencia también por libre. En tal caso, no se disfru– taba del privilegio de fuero. Sin embargo, desde 1018 el Obispo de Asís reivindicaba para sí el derecho de jurisdicción sobre aquellos que vivían en las tierras de la Iglesia. Los privilegios de varios Papas al Obispo de Asís fueron confirmados en la bula de Inocencio III del 26 de mayo de 1198, donde se prohíbe que cualquier autoridad pueda citar a juicio, sin el con– sentimiento del obispo, a los clérigos o a los que viven en las tierras del episcopado. 5 El ofrecimiento de Francisco como «oblato» a la iglesia de S. Damián lo convertía en súbdito del obispo. La «salida del siglo», por tanto, no conlleva necesariamente la pertenencia a la Orden de los Peni– tentes. El sentido que le da Francisco en el Testamento podría indicar el momento de romper con la vida social llevada hasta entonces, para dedi– carse al servicio de Dios en una forma que barrunta, pero no tiene todavía definida, y que se concretará en el seguimiento de Jesucristo según la forma del santo Evangelio. 2. Y el Señor me dio tal fe en las iglesias, que oraba y decía así sencillamente: «Te adoramos, Señor Jesucristo, y en todas las iglesias que hay en t0do el mundo, y te bende– cimos porque redimiste al mundo con tu santa cruz» (Test 4-5). Con este fragmento comienza su profesión de fe en las iglesias, para extenderla después a los sacerdotes, la eucaristía, las Escrituras y los teó– logos. Proclamar la fe en las iglesias nos podrá parecer raro, pero es un gesto que los biógrafos han captado y nos han transmitido con mayor o menor profusión de detalles. No se trata, principalmente, de una fe en el edificio material de las iglesias sino como un símbolo y posibilidad del encuentro con el Señor. La fe del Francisco recién convertido necesita de las iglesias como concretización de la «presencia» del Señor. Una presencia que no es eucarística todavía, como dice Cornet, 6 sino sensorial de Cristo crucifi– cado. Pues la visita al Santísimo era una costumbre aún desconocida, como reconoce el mismo autor. 5 Cf. A. FORTINI: o.e., II, pág. 225. 6 B. CoRNET: Le «De Reverentia Corporis Domini», en Etudes Franciscaines 7 (1956) 29.
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