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10 J. MICÓ crucificado que, según la expresión del profeta, apareció despreciable como un leproso (Is 53, 3), les prestaba con benéfica piedad a los leprosos sus humildes y humanitarios servicios con el fin de despreciarse completa– mente a sí mismo (LM 1, 6). El beso al leproso, a la vez que una conse– cuencia de la aparición del Crucificado, prepara el encuentro con el Cristo de S. Damián donde se le revelará definitivamente su función ecles,ial. La referencia a los leprosos como momento clave de su conversión denota la importancia que tuvo en su vida este hecho, conservándolo hasta su muerte. Celano, en la Vida I, testimonia esta actitud del Santo que, repasando su vida, alentaba a sus hermanos a comenzar a servir al Señor, porque hasta ahora -decía- poco o nada hemos hecho. Y como signo de este volver a empezar está el gesto de Francisco de querer volver a servir a los leprosos como en otro tiempo (1 Cel 103). ABANDONAR EL MUNDO Entre el «dejar a los leprosos» y el «abandonar el mundo» hay un espacio de tiempo que Francisco determina con la frase «y después per– manecí por poco tiempo», sin aclararnos el dónde ni el cómo. Por el con– texto se deduce que la permanencia es en el «mundo», del que saldrá posteriormente. La experiencia vital de Francisco durante este tiempo parece ser de reflexión y descubrimiento de que su vocación está en el seguimiento total de Cristo. La percepción de «dulzura» en lo que antes le parecía «amargo» acontece una vez se ha alejado de los leprosos, es decir, cuando en el proceso de interiorización descubre al Señor que le llama. En la tradición monástica medieval, el «siglo» -o el «mundo»- expresa todo lo que está fuera del claustro del monasterio. Por tanto, la frase «salir del siglo», con la que Francisco manifiesta su opción evangélica, podría indicar, de por sí, la entrada en la vida religiosa. Sin embargo, sabemos que Francisco no formó parte de ningún grupo religioso apro– bado por la Iglesia antes de que se le unieran los compañeros y fueran a Roma. Entonces, ¿cuál sería el sentido de este tecnicismo de la espiritua– lidad medieval? «Salir del siglo», «abandonar el siglo», «renunciar al siglo» tienen en las Vidas de los Padres y en la hagiografía medieval -incluido Celano (1 Cel 17)- el sentido de una vida consagrada a Dios, en contraste con la vida normal que se suele llevar dentro de la sociedad. Si hasta la alta Edad Media la única forma de abandonar «el siglo» era entrando en un monasterio, con la aparición de otras formas de vida religiosa no monás– tica, el concepto «salir del siglo» se ensancha hasta abarcar a todos aquellos que cortan con su pasado social para dedicarse a una vida consagrada por completo al Señor. En esta línea estaban los movimientos pauperísticos y los penitentes medievales que, sin llegar a ser religiosos dentro de un monasterio, habían optado por una vida evangélica que contrastaba, por su radicalidad, con la que llevaba normalmente la gente.

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