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P. Alejandro de Villalmonte O. F. M:. Cap. muestra la Biblia a Cristo siempre presente. Y a sea que apa– rezca él como protagonista del « acontecimiento sagrado>> en cuestión; ya sea que interviene Cristo en él de cualquier otro modo, por ejemplo, en toda la revelación del Antiguo Testa– mento continuamente orientada a preparar su venida en car– ne mortal. La interpretación teológica de estos datos, bien puede ser divergente y discutida. Pero no se habrían de negar dos cosas: a) que los referidos son los acontecimientos funda– mentales de nuestra actual historia de salud, o economía divina de salvación; b) que toda esta economía de salvación, ha sido orientada por Dios hacia Cristo, en quien « está Dios reconciliando al mundo consigo >>. El acontecimiento fundamental de la historia de salud es la muerte-resurrección de Jesucristo. Solo en él reciben su explicación completa, su sentido último y pleno todos los demás: los acontecimientos sagrados de la vida misma de Jesús, en primer término; y luego, mediante ella, todos los otros acontecimientos del AT y del NT que le acompañan, le preparan o le siguen. Como consecuencia de la referencia cristocéntrica resulta que, si ordenamos los datos de la historia de salud, no ya cro– nológicamente, sino en conformidad con su valor, con su dig– nidad e importancia real; más aun, en conformidad con la prioridad ontológica con que son queridos por Dios, obtene– mos este resultado: -· lo más querido y, por tanto, lo «primero>> (ontológica– mente) querido por Dios es Cristo, por razón de su perfección, ele su dignidad y proximidad a Dios. Y junto con Cristo Ma- ' '1 na, por razones ana ogas; - inmediatamente quiere Dios el orden entero sobrena– tural, que tiene razón de presupuesto y de medio para lo– grar Ia gloria de Dios que él busca en Cristo (y en María); - finalmente, el orden entero de la natu,raleza, tiene a su vez razón de presupuesto, preparación y medio para llegar al orden sobrenatural de la gracia; y más allá de éste, al orden de Cristo (y de María). Obsérvese de nuevo que no se trata, en este último esque– ma, de ninguna ordenación cronológica de los acontecimien-

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